En los territorios fronterizos la situación es compleja, la violencia y el abandono del Estado disminuyen sus oportunidades de desarrollo.
Niños y niñas iniciarán clases en la Comunidad de Campanita, después de que la escuela “José Ibarra” permaneciera cerrada por más de dos años. Esta población se ubica en el cordón fronterizo con Colombia, en la parroquia Mataje, cantón San Lorenzo, provincia de Esmeraldas.
Para llegar a Campanita, desde el puerto de San Lorenzo,
pasando por manglares, el recorrido en lancha dura alrededor de una hora. Todo
es silencio y calma, salvo por el ruido de una que otra embarcación. Un pequeño camino lodoso conduce al caserío.
En este territorio fronterizo falta casi todo: educación, salud, servicios
básicos y empleo. Las pocas familias que quedan en Campanita subsisten en medio
de condiciones de vida deficientes.
El breve recorrido por el centro de la comunidad visibiliza
el abandono en que se encuentran. Aquí, las casas son de madera y sin ventanas
para amainar el calor. No cuentan con agua segura, ni baterías sanitarias. Las
familias entuban el agua de las vertientes cercanas.
Esta población en su mayoría afrodescendiente se dedica a
la pesca y a conchear, productos que son comercializados en San Lorenzo y que
apenas les permite subsistir. “Aquí la gente migra por motivos de trabajo.
Vivimos de la conchita, del pescadito.
Un padre con tres o cuatro hijos tiene que buscar cómo mantener a su
familia porque las autoridades no quieren invertir en nuestro territorio”,
menciona uno de los habitantes.
Alrededor de la pequeña plaza de tierra se puede observar una hilera de casas abandonadas y la escuela que estaba cubierta por la maleza, sin puertas ni mobiliario. Los pobladores coinciden en que la falta de seguridad y de presencia estatal hace que su comunidad no cuente con acceso a educación. Los dirigentes indican que los docentes asignados a la escuela José Ibarra renunciaron por temor a la violencia y los enfrentamientos de los grupos disidentes del lado colombiano.
Desde el 2020, niñas, niños y adolescentes se quedaron
sin acceso a la educación, con una infraestructura educativa deteriorada y
abandonada. La escuela de educación general básica (EGB) “José Ibarra”
permaneció cerrada por más de dos años, tras el asesinato del hermano de la
docente, quien por temas de seguridad salió de la comunidad, trasladándose esta
partida hacia otra institución.
Para Pablo Iturralde, director ejecutivo de Tierra
para Todos, “las poblaciones como Campanita son fronteras vivas, son pueblos de
paz y desarrollo. Sin embargo, el vacío de poder en esta zona hace que la ayuda
que se recibía de organismos de apoyo internacional no llegue por la falta de
garantías de seguridad del Estado, quedando estas poblaciones indefensas y sin
oportunidades de vida”.
Campanita, al estar al filo de frontera, sin opciones
laborales o de estudio, ha sido la comunidad más afectada por los actores
armados, se conoce que muchos jóvenes han sido reclutados como cosechadores de
la hoja de coca o militantes de los grupos armados ilegales. Desde la Fundación
Tierra para Todos se busca cambiar la imagen de la comunidad y que esta
población recupere su futuro y su autoestima a través de alternativas como
educación técnica para los jóvenes y el fortalecimiento de la Asociación de
Mujeres concheras.
De esta forma, Tierra para Todos reafirma su
compromiso de garantizar el acceso a educación en los sectores más vulnerables
de la frontera norte de Ecuador.
Más información,
contactarse al 0958921926, e-mail: fundacion@fundaciontierraparatodos.org /
p.gonzaleztpt@gmail.com
Sobre la Fundación
“Tierra para
Todos”, contribuye al desarrollo sostenible de comunidades, pueblos y
nacionalidades indígenas, afroecuatorianos y mestizos de la frontera norte del
Ecuador, fomentando medios de vida, cohesión social y la búsqueda permanente de
la paz a través del diálogo y fortalecimiento de las organizaciones de la sociedad
civil y del Estado ecuatoriano. Procurando por medio de sus proyectos y
programas, una región fronteriza próspera, tolerante, comprometida para el
cuidado del ambiente y el bienestar de los pueblos, nacionalidades y
comunidades presentes en las zonas, donde la pobreza se ha superado y las
personas viven con dignidad, seguridad y paz. A lo largo de 20 años hemos
trabajado en frontera; establecimos nuestra sede en la ciudad de Ibarra, con lo
cual, pretendemos afianzar lazos estratégicos con actores importantes como la
academia, la ciencia, el arte y la tecnología.
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