Por: Gabriel Rodríguez Unda
Con la nueva Ley Orgánica de Inteligencia, promulgada el 10 de junio de
2025, la dictadura del capital ya no necesita esconderse, se institucionaliza
legalmente como un aparato de vigilancia que convierte al Estado ecuatoriano en
enemigo de su pueblo. Esta ley no es una respuesta improvisada a la alarmante
inseguridad que vive el país, es la consolidación jurídica del Narcoestado
neoliberal, la pieza que faltaba para blindar con legalidad los mecanismos del
miedo, el espionaje y la persecución.
Esta ley nace bajo el
contexto de guerra interna decretada por Daniel Noboa, que ha convertido la
seguridad en un nuevo fetiche nacionalista. En nombre del orden, se ha allanado
el camino para la construcción de un Estado policial que desborda todo
principio democrático, haciendo uso del "consenso del miedo" como
nuevo cemento social. Estamos ante un Estado que deja atrás su papel mínimo o
benefactor, para devenir en forma fascista, su función principal ya no es
garantizar derechos, sino disciplinar a las masas para sostener el orden del
capital.
Los derechos humanos y
principios básicos de vida digna que viola la nueva ley, afectan a toda la
ciudadanía, puesto que nos convierte en potenciales sospechosos. Pero para las
organizaciones populares, el impacto es más grave, la infiltración, vigilancia
selectiva y el espionaje masivo se convierten en herramientas legales para
desestructurar procesos organizativos, tejido comunitario y movimientos que
defienden la vida frente al capital extractivista.
Infiltración, seguimiento y mimetización: el espionaje como norma
El artículo 37 dispone
que los agentes de inteligencia puedan emplear técnicas como la creación de
falsas identidades, mimetización social y otras “que consideren convenientes”
para obtener información. Es decir: se legaliza la infiltración en movimientos
sociales, colectivos culturales, sindicatos, comunidades campesinas o
indígenas.
Bajo el lenguaje
neutral de “seguimiento técnico”, se institucionaliza el método histórico del
sabotaje interno, una práctica conocida durante la Guerra Fría, donde la CIA y
el Pentágono formaron a cuerpos militares de las dictaduras latinoamericanas a
través de la tristemente célebre Escuela de las Américas, en doctrinas de
inteligencia, contrainteligencia y control social. Sus manuales incluían
técnicas de infiltración, desinformación y destrucción de estructuras
organizativas. Esta ley no solo recoge ese legado, lo legaliza.
Con este movimiento el
Estado ecuatoriano abandona la hegemonía por el consenso, y transita hacia la
hegemonía por la coerción. La inteligencia estatal se usará legalmente para
desestructurar toda forma de organización autónoma y sustituir la movilización
por el miedo.
Sin control ni transparencia
Con el artículo 13 el
Gobierno del presidente-hacendado configura una estructura de impunidad total.
Los fondos de inteligencia serán auditados por la Contraloría, pero después
incinerados. No es una metáfora, la ley ordena que la documentación de
auditoría trimestral sea destruida físicamente por el Contralor General del
Estado. ¿Qué significa esto? Que no solo se blinda el espionaje, se protege
financieramente todo posible abuso, corrupción o montaje desde la oscuridad. El
dinero del pueblo se usará para espiar al pueblo, y ningún funcionario podrá
ser juzgado por ello, porque no quedará huella.
Una de las cláusulas
más alarmantes es el artículo 44, que permite al Estado ecuatoriano “mantener
relaciones con organismos de inteligencia de otros Estados”. Esta disposición,
sumada al reciente ingreso de la empresa israelí-estadounidense Palantir, marca
un salto cualitativo en la entrega de soberanía.
Palantir es conocida
por su participación directa en la cadena de mando militar israelí. Su software
Gotham integra datos de múltiples fuentes —desde cámaras hasta redes sociales—
y ha sido usado para decidir objetivos de asesinato, lo que llaman la
“kill-chain”. Israel se jacta de utilizar este software para eliminar
“objetivos humanos” en Gaza.
Se trata de una
arquitectura de vigilancia ya probada en el genocidio palestino y hoy esa
tecnología es usada en el país indiscriminadamente. ¿Quién garantiza que no se
usa contra dirigentes, comunidades o periodistas? Con la nueva ley, no hay
mecanismos de control ciudadano ni judicial para impedirlo.
Privacidad abolida: todo ciudadano puede ser vigilado sin saberlo
El artículo 25 dicta
que las instituciones de inteligencia tendrán acceso a toda información que
consideren necesaria, sin requerir consentimiento, orden judicial ni
notificación a la persona investigada. La ley habla de forma amplia: pueden
acceder a tus ubicaciones en tiempo real, tus contactos, tus redes sociales,
tus datos biométricos, tus interacciones financieras y tus comunicaciones privadas.
Esto no es una
exageración. Es la legalización del espionaje masivo, sin necesidad de prueba,
de acusación ni de sospecha. Avalado además bajo la noción de “seguridad
nacional”, heredada de las dictaduras del siglo XX.
Esta ley permite
criminalizar cualquier forma de organización que se considere
"riesgosa" para el Estado. La definición es tan vaga que puede
abarcar desde asambleas comunitarias hasta editoriales críticas o marchas
estudiantiles.
La historia reciente lo
confirma: los líderes antimineros ya son perseguidos, los colectivos
estudiantiles son infiltrados, y los dirigentes indígenas son acosados por
fiscales y policías. Esta ley le da el marco legal a lo que ya estaba
ocurriendo.
El Claroscuro de los monstruos
Si bien es cierto que
la ley de inteligencia no inaugura la represión, si le da legitimidad bajo un
marco legal. Ya no se necesita un estado de excepción para vigilar, infiltrar y
perseguir. El espionaje se convierte en parte rutinaria del Estado.
Es el descenso del
Estado ecuatoriano al fascismo, en un momento histórico en donde el bloque en
el poder puede perder capacidad de consenso y recurre al uso crudo de la
fuerza, donde y cuando lo considere necesario.
Son tiempos de
monstruos, el poder político-económico del Ecuador se encuentra alineando todas
las condiciones para un escenario de explotación absoluta, tanto de la fuerza
de trabajo como de los territorios, cuerpos racializados y cuerpos feminizados.
El verdadero proyecto del “Nuevo Ecuador” se cumple al pie de la letra: una
sola mega-hacienda narco-banano-minera, conectada a una red algorítmica global
de vigilancia, destinada a servir los intereses del imperialismo occidental.
Frente a esto, no cabe
la neutralidad. Es urgente rearticular las fuerzas populares, las colectivas,
los medios populares y comunitarios, las organizaciones sindicales y
antiextractivistas en una estrategia común de defensa y ofensiva. Si la
historia se repite dos veces, que esta ocasión el fascismo nos vuelva a
encontrar organizados en un bloque histórico.
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