La CONAIE es
una organización única ya por su relevancia histórica como por su propuesta
política, su composición y funcionamiento democráticos, pero ahora es víctima
de la miopía del gobernante, del desconocimiento de la teoría del Estado y el
afán de borrar la memoria colectiva de los pueblos ecuatorianos.
Un axioma de la ciencia política sostiene que “si
un pueblo no se gobierna a sí mismo es porque otro lo está haciendo por él.”
Los indígenas son pueblos sin Estado, lo que no impide que aspiren a gobernarse
a sí mismos. Lo admirable es que no planteen que el “Estado ecuatoriano es el
otro”, sino que postulen un Estado incluyente, una sola estructura con
instituciones y leyes que respondan a la historia y la cultura de cada uno de
los pueblos que conforman actualmente el país.
La dominación, la explotación, la humillación no
solo se expresan en la lucha de clases, sino también en los estados opresores
que las ejercen sobre los pueblos que oprimen. ¿Por qué los indígenas no pueden
dirigir la educación bilingüe si son los portadores de sus lenguas y culturas?
¿Por qué no manejan políticas de Salud Pública, si ellos han practicado su
propia medicina durante miles de años? ¿Por qué no pueden tener espacios de
reunión para manejar asuntos propios?
Cuando se le concedió a la CONAIE el comodato del
edificio que ocupa, nadie imaginó que algún mandatario, en el futuro, querría
marginar a los indígenas del derecho a la ciudad y a un espacio con significado
social, político y cultural. La CONAIE ha dado muestras de un manejo
democrático en el relevo de funciones, nadie ha querido perpetuarse en la
dirección rompiendo reglas implícitas en la organización. León Roldós al
presentar el libro “Autonomías Indígenas”, sugirió hacerlo en la sede de la
CONAIE. Cuando Eduardo Galeano vino a Quito pidió visitar la CONAIE; se
impresionó con sus propuestas y le dedicó un texto muy hermoso en “Todos los fuegos,
el fuego”.
600 pensadores, científicos, humanistas, artistas e
intelectuales de muchos países, entre ellos Noam Chomsky, Aníbal Quijano,
Adolfo Pérez Esquivel, Boaventura de Sousa Santos, Leonardo Boff, Frei Betto,
Elsie Monge y el propio Galeano, han repudiado la decisión de despojar de su
pequeña capital a la organización porque se dan cuenta que es una disposición
de tinte colonialista, que revela el deseo de terminar con el postulado del
Estado Plurinacional que figura en la Constitución de Montecristi. Hace ya
algunos meses, el papa en una audiencia pública en Roma al darse cuenta de la
presencia de ecuatorianos que portaban un cartel de identificación nacional,
mandó un mensaje claramente destinado al gobierno: “cuiden de la Amazonía y de
los Pueblos Indígenas”.
La CONAIE no se formó como una junta de pobres,
sino como lo que es: la Confederación de Nacionalidades Indígenas. Bien sabemos
que la economía de los indígenas es en extremo precaria, como resultado de la
secular explotación a la que han sido sometidos, pero los promotores de la
CONAIE la pensaron en términos de reivindicación histórica y comunal,
resaltando el origen y la especificidad étnico-cultural. Sin embargo, el
presidente Correa en su última sabatina los tildó de adefesiosos. Estas
calificaciones discriminatorias del gobernante contribuyen a que se avive el
prejuicio racial secular de los hispano-ecuatorianos a pesar del algo grado de
mestizaje que tenemos todos. Ya han aparecido grafitis en los que se dice:
“longos, fuera de Quito”.
Por qué el Ecuador debe ser a la medida de los
intereses políticos y económicos de un gobernante? ¿Por qué para cumplir con
estos deseos se le va a permitir que confunda paternalismo con justicia y
ciudadanía con nacionalidad?.