Por: Pedro Pierre
Esta es la realidad del Ecuador en este momento: 1% de
ricos contra 99% de ciudadanos empobrecidos. De hecho, un grupo de 15 familias,
las más ricas del país, controla gracias al actual presidente del gobierno, más
de la tercera cuarta parte de las riquezas nacionales y gobierna sólo para
ellas mismas.
Esas familias, apoyadas por la policía, el ejército y los
grandes medios de comunicación, representan globalmente el 1% de la población
ecuatoriana y los otros 99% pasamos por actual situación de empobrecimiento
creciente y trágico.
Referente a esta situación, el gobierno del expresidente
Rafael Correa representó una ruptura histórica. No se trata, como nos lo
quieren hacer creer los grandes medios de comunicación, de un paso hacia el
comunismo. El gobierno de la Revolución ciudadana, como lo dijo el mismo Correa,
no salió del capitalismo, sino que buscó aprovechar el capitalismo para darle
cierta orientación social y una mayor repartición e inversión de las riquezas
del país.
La gran ruptura fue que estas 15 familias y sus cómplices
dejaron de controlar el Estado ecuatoriano por primera vez en 180 años de vida
republicana. Las tropas navales norteamericanas tuvieron que dejar la base de
Manta después de 10 años de control de la soberanía militar del país. La
educación y el cuidado de la salud volvieron a ser gratuita, y los maestros y
profesores como también el personal médico tuvo que dedicarse a dar un servicio
profesional serio y de alto rendimiento en particular con los 3 institutos de
investigación superior. El país se llenó de escuelas primarias y segundarias
renovadas o nuevas; igual pasó con los centros de salud y hospitales. Muchos
estudiantes lograron becas para ir a estudiar en universidades extranjeras. El
seguro social pasó a ser universal en el sentido que las empresas debieron
afiliar a sus empleados y pagar la cuota correspondiente al IESS (Instituto de
Seguridad Social). Las personas informales pudieron afiliarse personalmente al
Seguro social, pagando una cuota mensual mínima. Las grandes empresas tuvieron
que pagar impuestos al SRI (Servicio de Renta Interna). Las personas con
discapacidades fueron censadas y apoyadas con atención medical gratuita. Los
bonos mensuales beneficiaron a las madres abandonadas. Por todas partes se
construyó carreteras de primera orden, como también represas y centrales
eléctricas que terminaron con los constantes apagones anuales. Se multiplicaron
los lugares turísticos que atrajeron un sinnúmero de turistas extranjeros.
Ecuador pasó a ser un país reconocido y valorado en el mundo entero.
Pero eso no fue del gusto de las 15 familias más ricas
del país que, durante el gobierno correísta, no pudieron lucrar y robar como
siempre la habían hecho. Con la ayuda de la embajada norteamericana, lograron
la traición del ex presidente Lenin Moreno y de unos 40 asambleístas. Entonces,
nuevamente en la sombra del poder, estas 15 familias decidieron, por una parte,
satanizar, calumniar y destruir mediante el odio y la mentira a Rafael Correa
y, por otra, a aprisionar a Jorge Glas que no se prestó a semejante perversión.
También emprendieron la persecución sistemática de los representantes de la
Revolución ciudadana que tuvieron que aislarse en embajadas o exiliarse.
Inventaron procesos fantasmas y juicios amañados contra ellos sin mayores
pruebas. Sí, hubo corrupción durante el gobierno de Correa, pero para él las
pruebas que presentaron al nivel internacional para apresarlo no fueron
reconocidas válidas por la Interpol, o sea, la Unión Internacional de Policías,
que las calificó por 3 veces seguidas de persecución política.
Las organizaciones sociales no progresaron ni maduraron
en tiempos de Rafael Correa; tampoco se formaron políticamente ni se
organizaron. El mismo no supo trabajar con ellas ni a partir de ellas. El
partido de la Revolución Ciudadana no fortaleció el poder popular mediante la
organización, la formación política, la organización independiente. Frente a
las próximas elecciones locales se presenta como una fuerza electoralista que
busca lograr espacios de poder sin apoyarse sobre una base sólida de militantes
convencidos ni aliarse con organizaciones sociales como el movimiento indígena,
ni las organizaciones de mujeres, de Derechos Humanos, de jóvenes, de
ciudadanos más conscientes, etc. El panorama político aparece desfavorable a
los sectores populares que no saben con quiénes aliarse para encontrar salidas,
esperanza y compromiso.
Todavía no hemos descubierto que sin los pobres
organizados y peor contra ellos, no vamos poder cambiar nunca este nuestro
país. Los cambios vienen desde abajo, desde los pobres y desde los jóvenes.
Ninguno de estos supuestos iluminados que grita desde su partido político nos
va a salvar: sólo un pueblo consciente, organizado, valiente y decidido puede
abrir caminos y construir alternativas de país. En su viaje a Bolivia, después
de visitar a Ecuador, el papa Francisco fue muy claro sobre el protagonismo de
los pobres organizados: “Quisiera decirles nuevamente: el futuro de la
humanidad no está únicamente en manos de los grandes dirigentes, las grandes
potencias y las elites. Está fundamentalmente en manos de los pueblos, en su
capacidad de organizarse y también en sus manos que riegan con humildad y
convicción este proceso de cambio.”
¿A quiénes acompañamos nosotros? ¿A quiénes hacemos
protagonistas de su destino y del cambio nacional? ¿Cómo colaboramos a la
organización y el fortalecimiento del poder popular de los pobres organizados?
… afín de revertir la actual situación, tal como pasó en la lucha desigual del
pequeño David contra el gigante Goliat.
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