Por: revista Crisis.
Este
29 de mayo se celebró la primera vuelta electoral presidencial en Colombia,
posicionando al Pacto Histórico a la cabeza, con el 40,3% del total de los
votos, seguido por Rodolfo Hernández, con el 28,2%. La segunda vuelta se
celebrará el siguiente 19 de junio, ante un panorama que podría constituir un
gobierno progresista en Colombia por primera vez en su historia republicana. Sin
duda, gran parte del voto del uribismo, cuyo candidato Federico Gutiérrez,
alcanzó apenas el 24%, se concentrarán tras el empresario Hernández,
requiriendo que para un posible triunfo, Petro movilice una parte importante
del 45% del padrón electoral que no votó en esta primera vuelta.
El
análisis geopolítico de las elecciones en Colombia, devela que estas se
encuentran interrelacionadas directamente con la situación de seguridad en el
Ecuador. La violencia generalizada que atraviesa el país, tiene paralelas
estrechas con la violencia en Colombia en los años 80s, que fue la antesala del
Plan Colombia y su imposición a sangre y fuego. Mientras “la guerra contra las
drogas” podría perder la mayor parte de su influencia en territorio colombiano,
esta puede ser una oportunidad para otorgarle a la militarización del Ecuador
una lógica explosiva con potenciales consecuencias nefastas: el reacercamiento
del imperialismo yanqui.
El
acercamiento de Colombia lo que podría ser el primer gobierno progresista de su
historia -misma que se ha caracterizado por la violencia institucionalizada en
el para-narcoestado, la injerencia del imperialismo yanqui y una profunda
desigualdad; en términos geopolíticos-, coloca al Departamento de Estado de
EE.UU., en la necesidad de colocarse con fuerza en otro territorio desde el
cual seguir imponiendo ley y orden en la región. Desde el 2017, el Ecuador se
ha presentado a sí mismo como un aliado estratégico sumiso y agradecido, en un
movimiento que poco a poco ha ido estrechado relaciones entre ambos gobiernos
en temas de cooperación militar y en materia de inteligencia, e imponiendo la
política de deuda de manera sostenida. Inclusive Guillermo Lasso ha planteado
numerosas veces la posibilidad de oficializar un Plan Ecuador, que abriría las
puertas a una intervención a gran escala de las políticas imperialistas de
EE.UU. en el país y la región.
La
estrategia imperialista de EE.UU. se encuentra reubicando desde el gobierno de
Moreno y su cercanía a Pompeo, Pence, Trump y compañía. El hecho de que EE.UU.
le otorgue un protagonismo cada vez
mayor al Ecuador en su agenda regional, por medio de cooperación en seguridad y
en materia jurídica, además de inversiones millonarias en los aparatos
represivos del Estado, denota un renovado interés por ubicar al Ecuador en el
radar de operaciones continentales a favor de “la democracia hemisférica”. No
cabe duda de que a donde quiera que vayan los aparatos imperiales del régimen
yanqui, estos multiplican las violencias sistémicas estructurales y paraestatales.
El 23 de
marzo, el Comité de Relaciones Exteriores del senado de EE.UU. presentó el
United States Ecuador Partnership Act 2022. De ser aprobada, esta sería la
primera ley dictada por el senado de EE.UU. que regula de manera explícita
relaciones bilaterales, enfocándose en áreas como el entrenamiento militar y
policial en suelo yanqui, además de mayor cooperación en materia de promoción
de la democracia, conservación medioambiental, cooperación en
telecomunicaciones y en temáticas judiciales. Esta potencial ley marcaría un
precedente en una dependencia restaurada hacia los EE.UU., al mismo tiempo que
significa un paso importante para la firma definitiva de un TLC entre ambos
países.
En
términos estratégicos, al imperialismo le conviene un estallido de inseguridad
en el Ecuador, que lograría justificar inclusive una enmienda constitucional
que permitiría la implantación de bases militares estadounidenses en
territorio. Esto no solo lograría imponer la fuerza contra la organización
popular anticapitalista puertas adentro, sino que también les permitiría
sostener la vigilancia e injerencia en Colombia, ante un proyecto político
que propone una política
pro-legalización de las drogas, como medida para combatir al narcotráfico. En
el caso de materializarse una realidad como esta, el gobierno del Pacto
Histórico daría el golpe más contundente en contra del crimen organizado en la
historia del continente, implantando una política anti narcotráfico y las
múltiples violencias que le orbitan, que podría empezar a reparar décadas de
injusticias en Colombia, que atraviesan de una u otra forma a todxs lxs
colombianxs.
Es
precisamente esta propuesta, que gira en torno a una profunda transformación de
la política anti-drogas impulsada desde el mismo pentágono, la que más genera
ansiedad entre la narco-burguesía colombiana. El Narcoestado se encuentra
enraizado profundamente en el campo político y social de Colombia, con el
uribismo en el centro de un aparato que combina política institucional con
redes paraestastales de control territorial, vinculadas con el crimen
organizado. La retórica de la lucha contra el narcotráfico en Colombia, ha
generado el campo propicio para los ensayos de control de poblaciones más
perversos en América Latina, fortaleciendo las redes de tráfico de drogas,
enriqueciendo desproporcionalmente a la burguesía terrateniente, y generando
condiciones precarias, desplazamiento y muerte para los sectores más
empobrecidos del pueblo. En Colombia, el progresismo de Petro podría hacer
frente a uno de los peores monstruos gestados por el capitalismo perverso: el
Narcoestado y la parapolítica.
Por su
parte el ex alcalde de Bucaramanga, Rodolfo Hernández -confeso admirador de
Hitler-, se presenta como el candidato conservador populista, que entra a la
contienda electoral con un guión inequívocamente parecido al que llevó a Lasso
a la presidencia del Ecuador. Un aparente viejito inofensivo en TikTok hablando
un Estado obeso, de recortes, austeridad, de la supresión del uso de aviones y
helicópteros de la presidencia, de planes de construcción de viviendas
populares, y de donar su sueldo presidencial. Un efecto Lasso podría avizorarse
para el hermano país, con un político ultra conservador, con historial de
escándalos de corrupción. En Ecuador, Lasso y sus implicaciones en el Feriado
Bancario y evasión de impuestos en paraísos fiscales, espejean a Hernández y
sus implicaciones de corrupción en el caso Vitalogic en Bucaramanga, que
finalmente lo obligó a dejar funciones en la alcaldía antes de tiempo.
De constituirse
como gobierno la dupla entre Gustavo Petro y Francia Márquez, habrá
repercusiones en como el imperialismo enmarca su estrategia continental, en
particular respecto a Ecuador y la “guerra contra las drogas”. Ante una posible
replegada del negocio de las drogas en Colombia, el gobierno
oligárquico-neoliberal de Guillermo Lasso, entreguista por excelencia al
espectro ideológico de influencia de EE.UU., seguramente se ratificará como el
aliado que precisan en estos momentos. Lasso promete librar una guerra sin
tregua en contra del crimen organizado y el narcotráfico, recordando a Álvaro
Uribe en los años 80s, cuando emprendía su genocidio antipopular como cruzada
anticomunista con el aval de EE.UU. Así, la violencia generalizada en el
Ecuador se encuentra correlacionada con la estrategia imperialista
estadounidense, la cual persiste en perpetuar una política militarista a flote,
que presupone un mecanismo de amedrentamiento y persecución, que beneficiará al
oficialismo en situaciones adversas, y necesariamente respaldará el
sostenimiento de la parapolítica y la acumulación capitalista del narcotráfico.
La relación e influencia histórica entre Ecuador y Colombia, ingresa a un nuevo
momento geopolítico, que tendrá repercusiones en la vida de ambos pueblos hermanos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Déjenos su comentario