Por:
Sven Hilbig* Tomado de Nueva Sociedad
El coronavirus está impulsando
la digitalización. El Sur global corre el riesgo de convertirse en el perdedor
de este proceso. Los países desarrollados tienen parte de la responsabilidad.
La
crisis actual no reconoce demasiados ganadores, pero hay algunos beneficiarios.
Es probable que la digitalización esté entre los beneficiados por la pandemia.
Debido a las interrupciones actuales en las cadenas de valor «analógicas», las
empresas multinacionales esperan un nuevo crecimiento en el comercio digital.
La mayor digitalización de las cadenas mundiales de suministro podría convertir
el comercio electrónico en la norma, tal como opina, por ejemplo, la empresa de
software Route4Me.
Incluso
antes del brote de Covid-19 se cifraban grandes esperanzas para el Sur global
fundadas en el comercio y la economía digitales. La creación de nuevos mercados
digitales está asociada a altas tasas de crecimiento y trae un mayor bienestar,
afirman unánimemente las compañías tecnológicas y los actores claves en la
cooperación para el desarrollo.
Desde
su aparición a mediados de la década de 1990, el comercio digital se desarrolló
de manera más dinámica e innovadora que el comercio tradicional. Las tasas de
crecimiento del comercio electrónico son significativamente más altas que las
del comercio analógico. Mientras que el comercio mundial está creciendo
actualmente menos de 3% anual, las tasas de crecimiento en el comercio
electrónico son de dos dígitos. Según la Conferencia de las Naciones Unidas
sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD, por sus siglas en inglés), el comercio
online mueve por sí solo cada año 29.000 millones de dólares en todo el mundo.
Hasta
el momento, son básicamente dos países los que se han beneficiado con este
proceso: 90% del valor de mercado de las 70 plataformas más grandes corresponde
a Estados Unidos y China. Europa tiene 3,6%. Los países en desarrollo y
emergentes, por otro lado, se quedan en gran medida con las manos vacías; al
resto de Asia le corresponde solo 5%; a África, 1,3%. La participación de América
Latina es muy pequeña a pesar de contar con tres países del G-20: Argentina,
Brasil y México. Este desequilibrio regional podría acentuarse más, ya que los
grandes grupos empresariales desean expandir sus inversiones hacia la economía
digital. Motivo: el Covid-19. Las empresas transnacionales de Estados Unidos ya
han anunciado que digitalizarán aún más sus cadenas de valor globales debido a
la crisis del coronavirus, para estar mejor preparadas ante posibles pandemias
futuras.
Desde
sus inicios, el comercio digital no solo creció rápidamente, sino que también
experimentó profundos cambios. Dada su creciente importancia económica, no es
sorprendente que los acuerdos comerciales regulen cada vez más aspectos del
comercio digital, incluido el intercambio de datos. La Organización Mundial del
Comercio (OMC) dio el primer paso. Uno de los acuerdos más importantes de la
OMC es el Acuerdo de Tecnología de la Información (ITA, por sus siglas en
inglés). Estipula la reducción de aranceles sobre los bienes de tecnología de
la información, desde las PC hasta los teléfonos celulares. Entró en vigencia
ya en 1998. Desde entonces, ha sido firmado por 81 países. Las consecuencias
del acuerdo para los países del Sur global son claras a la luz del ejemplo de
la India: como resultado de la eliminación de aranceles, el país fue inundado
por importaciones de empresas multinacionales de telecomunicaciones y
electrónica de consumo que importaban cada vez más productos baratos de China y
desplazaban a los fabricantes y proveedores indios. Las importaciones de TI
contribuyeron al alto déficit de cuenta corriente del país.
La
pérdida de ingresos debido a la eliminación de los derechos aduaneros es
particularmente problemática para el grupo de países menos desarrollados, ya
que sus presupuestos nacionales dependen en gran medida de ellos. Se calcula
que en Togo, Benín, Sierra Leona o Mali los derechos aduaneros superan el 40%
de los ingresos fiscales.
Los
países en desarrollo también desempeñan un papel secundario en el comercio de productos
intangibles como libros electrónicos, videojuegos, películas, música y
software. Ni un solo país del Sur global se encuentra entre los diez
principales mercados de productos transferibles electrónicamente. En cuanto al
comercio transfronterizo de productos intangibles, China ocupa cómodamente el
primer lugar (13.000 millones de dólares), seguida de Alemania (8.000 millones)
y Estados Unidos (6.000 millones).
La
marginación también se expresa en términos monetarios. Un estudio de la UNCTAD
ubica el comercio mundial de bienes intangibles en 63.000 millones de dólares
en 2015. China ha logrado excedentes comerciales relevantes en esta categoría
de productos, mientras que muchos países en desarrollo y emergentes solo eran
importadores netos de productos transmitidos digitalmente y algunos tienen
altos déficits comerciales. Hay incluso países emergentes entre los llamados
importadores netos. En México, por ejemplo, el déficit comercial fue de casi
600 millones de dólares. Tailandia, Sudáfrica, Chile y Brasil tienen, por su
parte, déficits de más de 200 millones de dólares cada uno.
Hasta
ahora, el ITA ha sido una moratoria de los derechos aduaneros. En las reuniones
ministeriales de la OMC, los Estados miembros deben acordar una prórroga de la
reducción de derechos aduaneros. Los países industrializados donde están las
casas matrices de los grandes grupos empresariales de TI vienen presionando
desde hace algún tiempo para convertirlo en una moratoria indefinida y
permanente.
Este
propósito ha recibido críticas de los países en desarrollo. Los países del Sur
global ven sus propios mercados en riesgo. Los mercados regionales, por
ejemplo, son indispensables para las empresas industriales africanas porque
allí venden una gran parte de su producción. Los canales de venta seguros son
un motivo central para el establecimiento del Área Continental Africana de
Libre Comercio (CFTA, por sus siglas en inglés). Si no existe una protección
externa adecuada para controlar el comercio electrónico de productos digitales,
estos esfuerzos podrían fracasar al menos parcialmente.
No
solo hay regulaciones sobre el comercio digital en la OMC. Desde el cambio de
milenio, el número de acuerdos comerciales bilaterales que contienen normas de
este tipo ha ido en aumento. Casi 20 acuerdos ya contienen incluso regulaciones
controvertidas sobre la transferencia de datos, a menudo en relación con la muy
polémica prohibición de los requisitos de localización. En consecuencia, los
Estados tienen prohibido obligar a las empresas transnacionales a almacenar y
procesar datos en servidores locales.
A
pesar de las críticas de numerosos países en desarrollo contra la prohibición
permanente de los derechos aduaneros y la liberalización integral del comercio
digital, desde hace dos años los principales países industrializados promueven
un acuerdo integral en el marco de la OMC. Los llamados «Amigos del Comercio
Electrónico» incluyen más de 80 países, entre ellos los de la Unión Europea,
Estados Unidos y Japón, pero también China y algunos países emergentes. Su
objetivo común es recibir el correspondiente mandato de negociación de la OMC.
Su deseo ha experimentado una nueva dinámica a causa de la crisis del
coronavirus. Debido al crecimiento que se espera para la economía digital, sus
demandas para una mayor liberalización del comercio electrónico en los acuerdos
comerciales son cada vez más fuertes.
Teniendo
en cuenta la experiencia de los últimos 20 años, la UNCTAD advierte contra la
promulgación de normas apresuradas que den un mayor impulso al comercio
digital. La liberalización de las relaciones comerciales siempre es a expensas
de los países y regiones que se encuentran en un nivel más bajo de desarrollo.
En particular, durante la crisis del coronavirus, no se debe seguir impulsando
o tomando decisiones en el espacio virtual, como lo están haciendo los «Amigos
del Comercio Electrónico». Para muchos países en desarrollo, participar en los
procesos de negociación digital no es factible debido a la brecha digital y a
la necesidad de concentrar todos los recursos públicos en la salud pública.
El
desarrollo futuro de la economía digital en el Sur global no solo se decide en
forma de contratos comerciales. Mientras más economías se conviertan en
economías de datos, más importante será la cuestión de quién tiene los datos.
¿A qué servidores van a parar? ¿Quién los evalúa y los monetiza?
The
Economist lo resumió así: los datos son el nuevo petróleo crudo. Las
estructuras y las dependencias estructurales en la economía de datos son
similares a las de las economías basadas en la extracción de materias primas.
En ambos casos, no son los países de origen de las materias primas los que se
benefician con su explotación, sino aquellos actores que poseen la
infraestructura. En las economías de datos, esta consiste en, por ejemplo,
cables submarinos, nodos de red, centros de datos y cálculo y algoritmos de
inteligencia artificial.
Para
no depender unilateralmente de la infraestructura de empresas transnacionales
de tecnología de información y comunicación (TIC), los países en desarrollo y
emergentes deben estar facultados para construir y expandir una infraestructura
pública de datos en su territorio. La comunidad internacional tiene el desafío
de apoyarlos. Son especialmente los países industrializados los que deben poner
a disposición los recursos necesarios, desde apoyo financiero hasta
transferencia de conocimiento y tecnología.
Para
fortalecer la participación económica en el Sur global, también se deben crear
condiciones marco para el control y la regulación de los monopolios y sus
transacciones (digitales) de bienes físicos e intangibles.
En
el pasado, la Unión Europea ha tomado varias medidas y presentado propuestas
para limitar la posición dominante de las empresas estadounidenses y asiáticas
en el mercado: desde multas por miles de millones por violaciones a las
regulaciones antimonopolio hasta el debate sobre la desinversión de grupos
empresariales, pasando por la idea de introducir un impuesto digital. La nueva
Comisión de la Unión Europea también está avanzando significativamente en el
desarrollo de una estrategia digital independiente que se centre en fortalecer
la competitividad de la región.
La
Comisión anterior ya había tomado una decisión innovadora a principios de 2018,
cuando declaró que el Reglamento General de Protección de Datos (RGPD) era
legalmente vinculante como parte de futuros acuerdos comerciales y de
inversión. Sin embargo, esta encomiable medida no cambia la dirección general
de la política comercial europea. Su característica distintiva sigue siendo la
desregulación. La Comisión criticó los planes de la India de almacenar por lo
menos una copia de datos personales en servidores del país tildándolos de
«innecesarios» y «potencialmente dañinos».
Hasta
ahora, la Unión Europea ha utilizado un doble estándar según evalúe sus propios
intereses y los de sus ciudadanos, o los de los habitantes de otras regiones
del mundo. Mientras que los datos son para Europa un bien valioso y digno de
protección, esa protección es (des)calificada en terceros países como un
obstáculo para las actividades económicas de las empresas europeas. La Unión
Europea solo estará a la altura de su pretensión de una comunidad de valores si
su voluntad de dar lugar a una digitalización orientada a los ciudadanos y al
bien común no termina en el mar Mediterráneo. Bruselas debe tomar este desafío
como una tarea global.
“Dos
países se han beneficiado con este proceso: 90% del valor de mercado de las 70
plataformas más grandes corresponde a Estados Unidos y China. Europa tiene
3,6%. Los países en desarrollo y emergentes, por otro lado, se quedan en gran
medida con las manos vacías; al resto de Asia le corresponde solo 5%; a África,
1,3%. La participación de América Latina es muy pequeña a pesar de contar con
tres países del G-20: Argentina, Brasil y México”.
*
Es jurista y trabaja desde 2013 como consultor para la organización benéfica
Pan para el Mundo. Allí es responsable de los temas de comercio internacional y
política ambiental global; su trabajo se centra actualmente en el tema de la
digitalización equitativa.
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