Los collares,
pulseras, llaveros y lanzas no solo sirven como un elemento decorativo. En la
cultura tsáchila se utilizan como un amuleto para protegerse. También se cree
que atraen la suerte y las buenas energías. Su elaboración no solo conlleva un
proceso artesanal que puede durar hasta dos días sino también incluye un ritual
en el que el tsáchila se reencuentra con la naturaleza.
Según
José Aguavil, del centro turístico Shuyun, la luna es un elemento clave en la
fabricación de los amuletos.
Esto,
debido a que las semillas con las que se elaboran, deben recolectarse en luna
llena o en luna nueva. “Tiene dos beneficios: el primero es que las semillas
durarán más y el segundo es que la luna, en esa fase, es un campo energético
que otorgará a las semillas poderes especiales”.
La
semilla con la que se trabaja debe secarse con el sol. Para Anita Calazacón,
historiadora oral de la nacionalidad tsáchila, cada vez que una semilla se seca
no debe ser desechada. La tradición de los ancestros era rendirle tributo.
Hace
cerca de 70 años, los cazadores se colocaban un collar con las semillas para
que los protegieran de los animales salvajes del bosque y les diera buena
suerte. “En la antigüedad, todo lo que el tsáchila poseía lo proveía
directamente la naturaleza. De ahí parte el agradecimiento y los tributos al
bosque y sus plantas que se rinden”, enfatizó.
Con
el tiempo, las mujeres tsáchilas también las utilizaron para protegerse de los
malos espíritus -en los que creen- que rodeaban las parcelas en las que se
cosechaban frutas.
Las
mujeres embarazadas también hacían pulseras para los recién nacidos. Ellas
debían tejerlas y de inmediato hacerlas bendecir con el chamán de la comuna
tsáchila.
Según
Manuel Calazacón, de la comuna Chigüilpe, desde hace 20 años que se instauró el
turismo en las comunas, se empezaron a elaborar collares, pulseras, llaveros y
lanzas de forma artesanal. Los colores que predominan en las artesanías
tsáchilas son el negro, el blanco, el rojo y el café.
Al
principio solo se vendían como una bisutería cualquiera a los visitantes. Pero
los turistas empezaron a notar que las prendas eran diferentes a las que usaban
los tsáchilas. “Al tsáchila no le importaba el tamaño o si las semillas rojas
se intercalaban con las negras. Pero al turista sí. Entonces, decidimos
explicarles que más que artesanías son amuletos de la buena suerte”.
Ahora
se venden como amuletos. El turista escoge una prenda y el chamán la bendice e
invoca a los dioses de la naturaleza para que guíen y protejan a esa persona.
“Si la persona desea se hace personalizado. Mientras se ora, se repite el
nombre de la persona tres veces y luego se esparce una colonia hecha con
plantas nativas para atraer la buena suerte o la fortuna”.
En
el caso de las lanzas, el ritual es diferente debido a que estos objetos sirven
para proteger las casas o locales comerciales de robos y para atraer la
fortuna. Las personas deben comprar un par. “La chonta tiene la particularidad
de que se cultiva en (plantas) macho y hembra. Se las reconoce porque la hembra
es café y el macho casi negro. Por eso siempre se debe escoger la pareja”.
A
las lanzas se les debe decorar con los tres colores de la nacionalidad
Tsáchila. El blanco, que significa pureza; el rojo, amor y valentía; y el verde
el origen tsáchila en la naturaleza. Las lanzas deben colgarse en una pared
cerca de la puerta. Según la cosmovisión tsáchila, estas servirán también para
alejar los problemas y las malas energías.
El chamán José
Calazacón señala que la chonta recoge la energía del bosque. Para recargarla,
en los días de luna llena deben dejarse al aire libre para que absorban
nuevamente la energía de la luna. Este procedimiento se debe realizar cada seis
meses. FUENTE: DIARIO EL COMERCIO.
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