PORTOVIEJO-MANTA.-
El continuo palpitar se va agotando a cada minuto, a contra reloj va la marcha
en medio de las labores de rescate. El sudor no importa por sacar a alguien con
vida.
Los bomberos se alternan el intenso trabajo bajo
jornadas de extenuante calor y se concentran en puntos específicos de Manta y
Portoviejo.
En la av. Pedro Gual, en el corazón de Portoviejo,
el hotel El Gato, con más de 55 años, cayó. Pero de entre sus escombros salió
uno de los sobrevivientes. Esto invita a seguir soñando.
Sonia Zambrano ya tenía el ataúd para su esposo
Pablo Córdova. Sus lágrimas y la desesperanza la invadían. Él recibió el
impacto de cinco pisos del hotel donde laboraba como recepcionista cuando la
tierra tembló el sábado último.
Tras el terremoto, el hombre de 52 años permaneció
hora y media sin conocimiento, dice. En oscuras puso en práctica su fortaleza
mental para soportar hambre y sed junto a un mueble que aguantó las losas.
“Imaginaba que comía y con lo poco que orinaba mojaba mis labios y tomaba”,
recuerda. Ahora está en la habitación 1 del hospital Verdi Cevallos de
Portoviejo.
Rescatistas de Bogotá y Cuenca le devolvieron la
vida en “un auténtico milagro”.
Esos momentos de pánico se complicaban con los
sonidos de maquinaria que removía escombros, donde si lo tocaba moría
seguramente, expresa.
“Gritaba y gritaba y no pasaba nada, solo escuchaba
máquinas. Le pedí a Dios que me dé una señal y que me perdonara por todo y que
haga conmigo lo que quiera”, narra.
En ese instante repitió lo que han hecho varios
sobrevivientes. Llamó a su esposa, quien fue a la Pedro Gual y pidió ayuda.
Así, bomberos rescataron al empleado más querido del hotel El Gato.
A las 17:30 del lunes pasado, en medio de lágrimas,
Córdova volvió a ver la luz. “He vuelto a vivir, doy gracias a la vida”, le
dijo a Alejandro Hidalgo, su jefe, cuando lo abrazó.
En Tarqui, Manta, los bomberos acordonaron 200
metros a la redonda del centro comercial Navarrete. Bajo un triángulo de losas
se abrió un pequeño hueco, y, ayer, entre taladros se rescató a tres personas.
El olor nauseabundo ya transita por las calles
desoladas de Tarqui. Solo miembros de rescate y de la prensa rodean la zona
cercana. Ya han pasado más de 72 horas del terremoto.
“¡Si hay alguien del otro lado dé una señal!”, fue
el grito que los bomberos de Quito, entre ellos el teniente Pablo Andino. La
señal allí había sido “¡sí!”.
Los aplausos se hacían sentir. Empezaron a remover
mercadería, como libros, y sacando una escalera salvaron a tres de cuatro
hallados. “Logramos sacar a Segundo y a una señora que nos agradecía, por Dios.
(Eso) te hace saber que nuestro trabajo vale la pena”, dice el bombero de
Quito.
“Hasta que el edificio quede limpio trabajaremos.
Nuestro techo es 96 horas, pero no nos iremos”, asegura Ever Arroyo, comandante
del equipo de bomberos de Quito.
Así, trabajando 24 horas levantando losas, bomberos
nacionales y extranjeros rastrean sonidos y van detectando cuerpos que ya
emanan olores.
Hasta Manta y Portoviejo llegaron 122 rescatistas
mexicanos: 88 en Manta y el resto en Portoviejo, para evaluar daños antes de
entrar en las estructuras. “Son los mejores especialistas. Han estado en
terremotos de Haití, en varios en México y otros similares”, indicó Ricardo de
la Cruz, jefe de la protección civil de México.
También están los llamados héroes anónimos como
José Luis Higuera. Él salvó a sus padres y a dos empleados del hotel Lun Fun.
La edificación aplastó la planta donde estaba su hermana Celia, de 43 años.
Cuando Manta se quedó sin luz por el terremoto,
José Luis no dudó (fue bombero tres años) y entró. Llegó al tercer piso y sacó
a sus padres. Luego fue al primer piso. Ahí sacó a dos empleados y se horrorizó
al descubrir a su hermana en un espacio de 40 cm.
Solo dije: “Jehová es mi pastor, nada me faltará y
en medio de la oscuridad, fui”, confiesa el hombre, en el sepelio de su hermana
en el camposanto Edén.
Él mira con optimismo el futuro, cree que ella ya
vive en un lugar de paz, tras administrar por nueve años el hotel. Como muchos,
pide que se abastezca a la ciudadanía con víveres, agua e incluso ataúdes. (I) FUENTE:
DIARIO EL UNIVERSO.
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