Por: Pablo Ospina Peralta
Las
elecciones regionales han dado la victoria a los candidatos del expresidente
Rafael Correa en las ciudades de Quito y Guayaquil, las más importantes del
país, y han sellado la derrota del presidente Guillermo Lasso en un referéndum
que dejó en evidencia el descontento con la gestión del mandatario de centroderecha.
Ecuador
concurrió a las urnas el domingo 5 de febrero para renovar gobiernos locales,
parroquiales, municipales y provinciales. También se escogían siete integrantes
del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, el llamado «quinto poder»,
encargado de la designación, mediante concursos de méritos, de los titulares de
los organismos de control del Estado: la Contraloría, la Fiscalía y la
Procuraduría, entre otros. Finalmente, el gobierno de Guillermo Lasso, en
funciones desde 2021, propuso ocho preguntas de un referéndum para enmendar la
Constitución y un conjunto de leyes conexas en temas como inseguridad, reforma
política y protección ambiental.
Las
preguntas de la consulta popular habían sido parte de una larga telenovela,
cuyos primeros capítulos se escribieron en medio de los conflictos entre Lasso
y la mayoría opositora de la Asamblea Nacional. En medio de constantes
vacilaciones y pasos atrás, dos años después de entrar en funciones, el
gobierno sacó de la manga ocho preguntas diseñadas para ganar apoyo popular y
debilitar a la oposición: desde permitir la extradición de narcotraficantes
hasta reducir el número de parlamentarios y quitarle todas las atribuciones
significativas al Consejo de Participación Ciudadana y Control Social.
Durante
la campaña, las encuestas dieron consistentemente una clara ventaja al «sí», e
incluso la encuesta a boca de urna contratada por un medio de comunicación el
día de la votación dio por sentada la victoria para el gobierno. Pero, en un
vuelco inesperado que tomó al oficialismo por sorpresa, la victoria del «no» se
confirmaría dos días más tarde en todas las preguntas. Si el gobierno buscaba
un poco de oxígeno en su batalla con la oposición, le salió el tiro por la
culata: la dimensión del rechazo popular a la gestión y de la desconfianza en
las intenciones de Lasso es abrumadora. Acosado por la ineptitud y empantanado
en la ortodoxia fiscal para gestionar la inesperada bonanza económica provocada
por el alza de los precios del petróleo, Lasso está contra las cuerdas por las
cifras de inseguridad y desempleo, que han alcanzado niveles sin precedentes.
La caída en picada de su popularidad resultó imposible de detener luego de la
exitosa campaña de vacunación al inicio de su gestión.
Las
elecciones locales ratificarían el veredicto del referéndum. El partido de
Lasso, el Movimiento Creando Oportunidades (CREO), perdió la única prefectura
provincial que tenía y no ganó ninguna otra; de los tres alcaldes municipales
de capitales provinciales que tenía, se quedará solo con el de la ciudad
amazónica de Zamora, en el sur-oriente del país. Hasta el momento, CREO habría
ganado unas 10 alcaldías en todo el país, cuando en 2019 obtuvo 32.
Junto
al monumental descalabro del gobierno, también resultaron ampliamente
perdedores el Partido Social Cristiano (PSC), representante de la derecha
empresarial, que debió renunciar a sus bastiones de Guayaquil y Guayas, donde
había ganado por 30 años ininterrumpidos, y la Izquierda Democrática (ID), un
partido social-liberal que emergió como gran sorpresa en las elecciones
presidenciales de 2021 y que solo consiguió media docena de alcaldías, entre la
cuales figura la de la sureña ciudad andina de Cuenca, antaño su bastión
electoral.
Hay
tres grandes ganadores de las elecciones locales. En primer lugar, el partido
Revolución Ciudadana (RC), del expresidente Rafael Correa, que ganó ocho
prefecturas provinciales sobre 23, entre ellas las más grandes del país:
Pichincha, Azuay, Manabí y Guayas. RC ganó también las alcaldías de Quito y
Guayaquil, y otras tres capitales provinciales. Este resurgimiento luego de la
debacle de 2019 se debió a un esfuerzo de atraer antiguos partidarios, en
especial autoridades locales en funciones, y a otras alianzas locales, casi
todas digitadas desde Bélgica, donde reside el exmandatario. La flexibilidad
estratégica para seleccionar los perfiles de las candidaturas depende
crucialmente de esa centralización orgánica: RC atrajo a dirigentes deportivos
(el alcalde electo de Guayaquil), a exmilitantes del correísmo que se habían
salido de sus filas (la prefecta en funciones de la provincia costera de Santo
Domingo, que consiguió la reelección) o dirigentes locales que habían terciado
en las elecciones pasadas junto al PSC (como el prefecto en funciones de Santa
Elena, también en la Costa, que perdió la reelección). El deterioro económico
actual contribuye también a realzar el pasado de una administración que
convivió con la prosperidad del boom de los commodities.
El
segundo ganador es el Movimiento de Unidad Plurinacional Pachakutik, el
movimiento electoral ligado a la Confederación de Nacionalidades Indígenas del
Ecuador (Conaie), que ganó siete prefecturas (había ganado cinco en 2019). Se
trata, en este caso, de prefecturas más pequeñas, de provincias marginalizadas,
con importante presencia indígena, salvo la de Tungurahua, en la Sierra
central, una provincia más grande y dinámica, donde también ganó por primera
vez la alcaldía de Ambato, su capital, una mujer indígena. La flexibilidad en
las alianzas electorales de Pachakutik se explica por un factor diferente al
del correísmo: la extrema descentralización de su estructura organizativa. Hubo
desde alianzas con CREO en la amazónica provincia de Orellana hasta el acuerdo
electoral en la provincia de Pichincha con el exalcalde de Quito Jorge Yunda,
acusado de corrupción durante la pandemia y destituido. La alianza con Yunda
facilitó una votación histórica de 25% para el candidato indígena a la
prefectura de la provincia, Guillermo Churuchumbi, exitoso exalcalde de la
ciudad de Cayambe, al norte de Quito.
El
tercer ganador es una variopinta constelación de partidos locales, de alcance
provincial o municipal, que, en la muestra de resultados de 114 alcaldías, se
queda con 31. Cada configuración local es diferente y no se pueden hacer
grandes generalizaciones sobre estos movimientos locales, salvo que su número
viene aumentando desde hace una década (fueron 26 alcaldías en manos de
agrupaciones locales en 2014, 41 en 2019 y podrían superar los 50 en 2023), lo
que denota la prolongada crisis terminal de los partidos o movimientos
políticos nacionales.
¿Dibujan
estos resultados un panorama de lo que cabría esperar para las elecciones
nacionales de 2025? En la derecha política la recuperación se ve como los
dioses griegos: bella y lejana. Ni CREO ni el PSC parecen poder encarnar una
esperanza real. En el centro, las expectativas de ID de representar una opción
«moderada» al gobierno de Lasso se han debilitado considerablemente.
De
los dos ganadores, el expresidente Correa aparece como el gran elector futuro.
Pero hay una diferencia esencial entre las elecciones nacionales y las locales:
en estas últimas no hay segunda vuelta. El partido de Correa ha demostrado ser
el mejor posicionado para las primeras vueltas, cuando es decisivo contar con
un «voto duro» de 25% del electorado que puede elevarse unos puntos según la
calidad del candidato o de la campaña. Eso basta por el momento para ganar
gobiernos locales (en Quito, Pabel Muñoz ganó la alcaldía con 25%). Pero ha
demostrado también ser insuficiente. El desempeño del correísmo es más débil en
las segundas vueltas, porque en el balotaje no cuentan solo las adhesiones
sino, sobre todo, los rechazos, que fueron los que impidieron el triunfo de
Andrés Arauz en 2021. Pachakutik parece tener mejores posibilidades en una
segunda vuelta, si es que las heterogéneas bases sociales indígenas y sus
aliados logran organizarse para tener una opción viable, ideológicamente
coherente y unitaria en la primera, lo que es su desafío más difícil.
Otro
dato relevante es que está prácticamente descartada cualquier alianza entre
ambos movimientos ganadores. Para prueba, un botón: a pesar de la flexibilidad
enarbolada por RC y Pachakutik a la hora de buscar aliados, en ninguna de las
221 circunscripciones municipales hubo en 2023 alianzas entre ellos. La
distancia sigue siendo tan irreconciliable como en los últimos años.
Pero
existe otra opción. En la elección de los siete consejeros del Consejo de Participación
hubo 45 candidatos y candidatas que competían por demostrar que no tenían lazos
con ningún partido, con ningún político, que no ostentaban trayectoria política
alguna, que no respondían a ningún interés. Pero eso mismo impedía todo
criterio de discernimiento entre los electores: 45 desconocidos sin pasado ni
futuro en la vida pública. Esa elección de consejeros, donde cinco millones de
votos nulos o en blanco casi triplicaron el voto del mejor ubicado de los
candidatos electos, podría ser el anticipo de un sistema político sin partidos,
donde en cada comicio aparecen nuevos aparatos electorales desconocidos para
respaldar a candidatos sin historia ni trayectoria ni ideología discernible.
Dichos aparatos se desvanecen en la elección siguiente dando paso a otros
nuevos en la subsiguiente.
El desconcierto y la desconfianza pululan en ese sistema sin referentes políticos o ideológicos visibles. En el Ecuador forjado en ese panorama podría aparecer algún demiurgo llegado en paracaídas desde ningún lugar. Y en esa lotería, tienen más oportunidades los más poderosos y ricos, no los más organizados.
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