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lunes, 23 de octubre de 2017

LA GUERRA POR LA COCA AMENAZA A ECUADOR

Los combates en Nariño, entre disidentes de la guerrilla y autoridades, se sienten en nuestro país.

A las 10:10 del pasado 5 de octubre comenzó la masacre. Un tiro irrumpió en el monte y casi enseguida, según los testigos, comenzó el fuego indiscriminado de fusiles y ametralladoras. También se escucharon explosiones que partían los árboles. La gente corrió despavorida sin saber qué ocurría y cayó el primer hombre al suelo, luego otro y otro y otro…En total siete campesinos muertos, mientras 15 quedaban heridos arrastrándose por el suelo.

Según el brigadier general William René Salamanca, comandante policial en la región,   “Alias ‘Guacho’ y su grupo de disidentes de la columna Daniel Aldana de las FARC lanzaron al menos cinco cilindros bomba contra los integrantes de la Fuerza Pública y contra la multitud, que se encontraba en el lugar, y luego atacaron a los manifestantes y a las autoridades”. Ocurrió en la vereda El Tandil, Tumaco, muy cerca de Ecuador.

Una masacre
Una fuente de Tumaco dio otra hipótesis de lo ocurrido: El Esmad (Escuadrón Móvil Antidisturbios de la Policía)  lanzó gases lacrimógenos y los campesinos en defensa lanzaron los recipientes que llevaban, la Policía reaccionó al pensar que estaba siendo atacada y disparó.


De otro lado, Wilson Barahona, uno de los sobrevivientes, dijo: “Nosotros estábamos encerrándolos (a los policías) para que no nos arrancaran las matas de coca, entonces comenzaron los antimotines a dispararnos gases lacrimógenos, nosotros corrimos y nos tapamos la boca, después nos empezaron a disparar (...) de los campesinos no salió ninguna bala”.

¿Quién disparó primero?
La gran pregunta, entonces, es de dónde vinieron las balas. Ese jueves, cientos de campesinos se reunieron en El Tandil. Se habían citado para protestar contra la erradicación forzada de matas de coca que el Ejército y la Policía Antinarcóticos venía adelantando en la zona durante las últimas semanas.

Hombres, mujeres y niños llegaron cargados de provisiones, pues la jornada sería larga y no terminaría hasta que una de las dos partes diera su brazo a torcer. Los ciudadanos llevaban más de ocho días defendiendo una causa suya, pero también ajena. Todos dependen de la siembra del cultivo, del que han vivido durante los últimos cuatro años. Querían, simplemente, defender su sustento aunque sea considerado ilegal. Estos campesinos no son narcotraficantes: simplemente se dedican a la siembra y recolección de la hoja de coca y luego se la venden al mejor postor. Hasta hace poco, la guerrilla les compraba. Ahora se la llevan los grupos disidentes que quedaron. O las mismas FARC, o su contraparte el ELN, o los paramilitares o las llamadas Bacrim (bandas criminales) que pululan en la zona.

Sinaloa en Ecuador
De todos modos, uno y otro la pagan, se la llevan y luego la procesan en diversos laboratorios clandestinos, algunos ubicados en plena selva. La ‘mercancía’ ya está negociada con importantes carteles de la droga, principalmente el de Sinaloa. Los cargamentos que no logran salir por el Puerto de Tumaco –debido a los controles policiales– se envían por los ríos Mira y Patía y otros afluentes hasta Ecuador. Y de aquí se va por el mar  en semisumergibles o lanchas rápidas hasta Centroamérica, México y Estados Unidos.

Cada mes, según estiman varios investigadores, salen por lo menos 10 toneladas de cocaína  cuyo valor alcanza los 250 millones de dólares.
 
ESPERA. Los campesinos se reunieron para rechazar la intervención de las autoridades, luego de la matanza. (Foto: El Espectador)
Promesa incumplida
Lo que ocurre en Tumaco es una tragedia. Seis meses atrás, el Gobierno creó el Programa Nacional Integral de Sustitución de Cultivos Ilícitos, con la finalidad de erradicar unas 50 mil hectáreas de sembradíos ilegales y beneficiar a cien mil familias.

Desde Bogotá se les ofrecieron incentivos a los campesinos: dinero para invertir en nuevos cultivos, asistencia técnica y líneas especiales de crédito. Pero el plan nunca se concretó a pesar de estar establecido en el Acuerdo de Paz suscrito con las FARC.

“Como siempre, el Gobierno incumplió su promesa”, dijo Miguel Méndez,  al rememorar lo que sucedió. “Tuvimos, entonces, que volver a trabajar con la coca: cosechar la planta y venderla a los que vienen a comprarla que son los de siempre: hombres uniformados y armados que siguen insistiendo en que son guerrilleros.

Matanza tras matanza
Doce días después de la matanza, el líder comunitario José Jair Cortés fue asesinado en un sector denominado la Y, en pleno centro de Tumaco.  Este hombre fue quien denunció la situación de emergencia humanitaria que campesinos afro-colombianos, mestizos e indígenas viven en la zona. Sabía que estaba amenazado y lo denunció publicamente. Pero nadie lo protegió.

Pese a las advertencias, Cortés no tenía guardaespaldas y había sido declarado ‘enemigo de la coca’ por quienes se oponen a la eliminación de los plantíos ilegales, según Célimo Cortés, de la Red de consejos comunitarios del Pacífico Sur (Recompas).

El dirigente comunal, que para su protección había recibido del Estado un chaleco antibalas y un celular, es una de las recientes víctimas de los ataques a activistas sociales. ‘Iba en su moto a su casa, cuando lo interceptaron y lo mataron’, contó el portavoz de Recompas.

Sin parentesco entre ellos, Cortés recuerda que habló con el líder asesinado tras una reunión con el vicepresidente de Colombia, Óscar Naranjo, quien había viajado a la zona para intentar contener la guerra por la coca que a fuego lento se cuece en la frontera con Ecuador.

La guerra por la coca
Para completar, el lunes último dos indígenas fueron asesinados por desconocidos en la convulsa zona. Alirio Taicus Sabala y su hijo Geovanny Sabala Quistial fueron atacados con ráfagas de fusil disparadas por dos hombres que llegaron al lugar donde desayunaban, indicó en un comunicado que hizo llegar a La Hora la Unidad Indígena del Pueblo Awa (Unipa).

El acto violento ocurrió en la vía que conecta Pasto, capital del departamento de Nariño, con el municipio de Tumaco.

“Indígenas, afros y campesinos nos hemos visto afectados por una guerra que libran varios grupos armados legales e ilegales, quienes buscan tener el control territorial de la zona”, agregó Unipa.

Meses antes también habían matado a Genaro García, otro dirigente social.
Y es que aparte de la columna Daniel Aldana, también hay gente de otro frente que no se ha desmovilizado: el Mariscal Sucre, igualmente de las FARC.

Se destapa la lucha
En la conflictiva región también fue atacado esta semana un helicóptero de la Policía Antinarcóticos.

La acción -que no dejó víctimas- se produjo durante la destrucción de un gigantesco laboratorio para la producción de clorhidrato de cocaína en el municipio de Barbacoas, a 50 kilómetros de Tumaco.

La realidad es que el fin del enfrentamiento de medio siglo con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) destapó una lucha por el dominio de territorios y del negocio del narcotráfico que involucra a rebeldes del ELN -actualmente en negociaciones de paz-, bandas de origen paramilitar y ‘disidentes’ de la primera guerrilla.

“Hay una ausencia de Estado muy grande. Salen las FARC pero no ingresa el Estado”, comentó Édgar Insandará, secretario de Gobierno de Nariño.  Lo peor, sin embargo, apenas estaba por llegar. Fuente: Diario la Hora.
VÍCTIMA. José Jair Cortés, el líder social asesinado. (Foto: Semana)

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