Por: Natalia Sierra
La
desaparición de María Belén Bernal y su posible feminicidio perpetrado en las
instalaciones de la Escuela de Policía de Pusuquí por su esposo, el teniente e
instructor de la Policía Nacional, Germán Cáceres, evidencia de forma nítida
que el problema no es el comportamiento machista y violento de un individuo,
sino el modo de ser y operar de toda una institución. No es cualquier
institución, estamos hablando de la Policía Nacional, supuestamente encargada
de velar por el bienestar y seguridad de las y los ciudadanos que habitamos en
este país.
En países
como el nuestro con un Estado aún de corte colonial, con una débil
institucionalidad democrática, con una historia de oligarquías, gamonalismo y
dictaduras, la Policía Nacional siempre se ha caracterizado por ser el aparato
represivo de las élites económicas y políticas, no solo nacionales sino
extranjeras. Una policía nacional dedicada fundamentalmente a perseguir la
disidencia política e ideológica de izquierda y la pobreza. En esta tarea nada
democrática, la Policía ha perseguido, asesinado extrajudicialmente,
desaparecido, torturado y encarcelado a: 1) Dirigentes sociales y políticos
campesinos, indígenas, trabajadores, guerrilleros, jóvenes, escritores,
cantautores, etc. Actos absolutamente cuestionables y sancionables que han sido
justificados en la defensa del orden democrático y la República. 2) Personas empobrecidas del campo y de la
ciudad que han cometido algún delito ligado a su empobrecimiento. Violaciones
de derechos humanos que se justifican a nombre de la defensa de la propiedad
privada y la seguridad social.
Sin
embrago, y sin poner en duda que se ha violado los derechos humanos de la
disidencia política ideológica y de las personas empobrecidas obligadas a
delinquir, el caso de los hermanos Restrepo, que conmocionó los años 80 y 90
del siglo pasado, evidenció que la violencia asesina de la Policía no es solo
contra el “enemigo” del Estado y de la sociedad, sino que puede ser en contra
de cualquier ciudadano respetuoso de las leyes y de las normas sociales. Dos
jóvenes hijos de una familia de clases media alta fueron asesinados y sus
cuerpos desaparecidos porque estuvieron en el lugar “equivocado” a la hora
“equivocada”, mejor dicho, se atravesaron con su auto en los negocios ilícitos
de la Policía Nacional.
El
asesinato y desaparición de los hermanos Restrepo lesionó la confianza de la
sociedad en la Policía, este crimen no podía justificarse de ninguna manera,
fue definitivamente un crimen de Estado. Dos adolescentes fueron asesinados y
no eran guerrilleros, ni izquierdosos, ni delincuentes, eran dos inocentes de
cualquier acusación a la seguridad nacional o ciudadana. La policía se
descubrió no solo como un aparato represivo de la disidencia política y de la
pobreza, sino como un aparato delincuencial que asesinaba jóvenes inocentes por
sus negocios ilícitos. Hoy para nadie es un secreto que la Policía está
atravesada, sino controlada, por las bandas criminales.
Hoy esa
institución policial ya totalmente desprestigiada se hace su harakiri
definitivo, para que no le quede a nadie la mínima duda de que es una institución
violadora de todos los derechos humanos. No asesina solo por defender los
intereses del Estado, de las corporaciones y, una que otra vez, de la
ciudadanía; tampoco solo por defender sus propios negocios ilícitos. Hoy
asesina a una mujer, esposa de uno de sus tenientes a manos del mismo, por
resguardar su institución patriarcal ilegítima; no en una calle cualquiera, no
en un calabozo, no en una cárcel, en las mismas instalaciones de su escuela de
formación. De toda su historia de violaciones a los derechos humanos, el
posible feminicidio de María Belén Bernal es el acto más perverso que revela la
obscena constitución, visión y misión de la Policía Nacional.
Así que
no es un asunto solo del teniente, ni aún solo de la Policía, este atroz y
repudiable feminicidio está encubierto por el Ministerio del Interior y su
ministro como representantes del gobierno; por el Estado en la actuación
indecente y cómplice de Fiscalía.
DE
TODA SU HISTORIA DE VIOLACIONES A LOS DERECHOS HUMANOS, EL POSIBLE FEMINICIDIO DE
MARÍA BELÉN BERNAL ES EL ACTO MÁS PERVERSO QUE REVELA LA OBSCENA CONSTITUCIÓN,
VISIÓN Y MISIÓN DE LA POLICÍA NACIONAL.
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