Por: Edgar Isch López
Por décadas se presentó
a Estados Unidos como ejemplo de democracia avanzada. Todos los medios
propagandísticos sirvieron para ese fin y se reforzaba por la idea de
elecciones libres y la inexistencia de golpes de Estado liderados por fuerzas
militares, lo que en América Latina servía para explicar que “allá no hay
golpes porque no hay embajada norteamericana”. Aquí ya se ve la primera
debilidad del “espíritu democrático” de las élites de Estados Unidos: apoyaron
siempre las peores dictaduras, los golpes más sangrientos, las guerras de
dominación simuladas como guerras civiles, siempre que fueran útiles a sus
intereses.
Pero hacia adentro, el
hecho es que lograron un consenso que destruyó la promesa de modernidad
inspirada en la Revolución Francesa: igualdad, libertad y fraternidad.
Colocando la libertad individual como el único rasgo sobreviviente, que incluye
libertad de expresión, de voto y otras, se desechó la igualdad y la fraternidad
desde el lado oficial. Por supuesto, en su vida cotidiana la mayoría del pueblo
trabajador expresaba esas características, se muestra solidario y comprometido,
e incluso se mostraba muchas veces ingenuo.
Por décadas se presentó a
Estados Unidos como ejemplo de democracia avanzada. Todos los medios propagandísticos
sirvieron para ese fin y se reforzaba por la idea de elecciones libres y la
inexistencia de golpes de Estado liderados por fuerzas militares, lo que en
América Latina servía para explicar que “allá no hay golpes porque no hay
embajada norteamericana”. Aquí ya se ve la primera debilidad del “espíritu
democrático” de las élites de Estados Unidos: apoyaron siempre las peores
dictaduras, los golpes más sangrientos, las guerras de dominación simuladas
como guerras civiles, siempre que fueran útiles a sus intereses.
Pero hacia adentro, el
hecho es que lograron un consenso que destruyó la promesa de modernidad
inspirada en la Revolución Francesa: igualdad, libertad y fraternidad.
Colocando la libertad individual como el único rasgo sobreviviente, que incluye
libertad de expresión, de voto y otras, se desechó la igualdad y la fraternidad
desde el lado oficial. Por supuesto, en su vida cotidiana la mayoría del pueblo
trabajador expresaba esas características, se muestra solidario y comprometido,
e incluso se mostraba muchas veces ingenuo.
La política de Estados
Unidos está construida para tener un régimen de dos partidos de las clases
dominantes turnándose en el poder. Los republicanos, generalmente más conservadores
en temas fiscales (impuestos) y sociales, y los demócratas que sostienen
ciertos derechos y la intervención del Estado en algunos asuntos. En lo demás,
son casi iguales y, para su patio trasero, como llaman a América Latina,
prácticamente son los mismo. Demócratas y republicanos han sostenido el infame
bloqueo a Cuba, atacan a pueblos como Venezuela, se han entrometido en la
política de los gobiernos de la región, han organizado golpes de Estado
militares o como el último en Bolivia, buscan explotar al máximo nuestras
riquezas naturales.
Pero hay otros partidos y
candidatos, solo que la “democracia” norteamericana impide conocerlos. Al
momento, según la cadena de noticias BBC de Londres, hay 1.200 candidatos a la
presidencia que no son tomados en cuenta. La mayoría de ellos o ellas solo
consta en la papeleta de uno o dos estados, en varios otros, los electores
deben conocer de su candidatura y escribir el nombre de su preferencia para que
el voto sea tomado en cuenta y, finalmente, hay otros Estados en los que no
existe ninguna forma de darles el voto.
¿Pero cómo hacerse
conocer? Muy difícil si se considera que se estima que una campaña requiere de
mil millones de dólares y que estos deben venir solo de fuentes privadas. Es
así como los grandes empresarios y financistas apuestan a los dos caballos,
entregando recursos a ellos para comprar sus posteriores acciones
gubernamentales. Por otra parte, para participar en los debates presidenciales
el requisito previo es que los dos partidos lo acepten y esto solo sucedió
cuando un megamillonario (Ros Perot en 1992) presentó una candidatura
independiente y no tenía ninguna oportunidad de ganar. Para los demás, su
participación está negada.
Así, puede parecer que el
pueblo elige, pero las cartas ya están marcadas.
En pocas palabras, no hay
democracia social y no hay democracia electoral. ¿Será que, con diferencias de
forma, nuestro país se parece? Claro, uno y otro está pasando el capitalismo,
periodo histórico que terminará por la acción de las clases trabajadoras, en
Estados Unidos, el Ecuador y el mundo. Las elecciones, entre otras cosas,
demuestran la ausencia de una verdadera democracia.
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