En medio de la pandemia del Covid-19, la lucha de clases se acentúa en América Latina. Entre los ciclos electorales en Bolivia y Ecuador, la víspera de los comicios del 3 de noviembre en EE.UU., además de continuos estallidos sociales en Chile y Colombia, dibujan la silueta de las trincheras actuales y venideras en las cuales se disputa el poder político, económico y popular a lo largo y ancho del continente.
Este
domingo se celebraron elecciones en Bolivia, bajo la inminente y renovada
amenaza de un nuevo golpe de Estado, con las calles de La Paz militarizadas y
la OEA cumpliendo nuevamente como veedor electoral. Recordemos al golpe de
Estado del pasado 10 de noviembre de 2019, el cual depuso a Evo Morales tras 13
años en el poder. Cómo sucedió el año pasado, este mismo domingo, el candidato
del MAS, Luis Arce, se declaraba victorioso en primera vuelta. En un principio,
el Tribunal Supremo Electoral de Bolivia había anunciado la necesidad de
esperar a que el escrutinio concluya el martes, y la eliminación del conteo
rápido. Hasta el momento, el desenlace del proceso boliviano parece ser el
reconocimiento de la victoria contundente y en primera vuelta de Arce con más
del 52% de los votos.
Si bien
desde todos los rincones del continente latinoamericano augurábamos el masivo
apoyo popular que el candidato del MAS tendría, no termina de sorprender la
improvisada nueva cara demócrata del régimen dictatorial de Ánez, quien para la
media noche de ayer ya felicitaba a los ganadores. Sin embargo, vale la pena
mantenerse alertas hasta que no sean reconocidos oficialmente los resultados
desde el TSE, ya que hace menos de un año, el golpe ultraconservador manchaba
de sangre el suelo boliviano, con una cruz y una biblia en una mano, y las
armas en la otra. Indudablemente los acontecimientos en Bolivia, tanto del 2019
como del 2020, podrían servir como una suerte de hoja de ruta replicable en
otras latitudes como Ecuador ante los comicios venideros del 7 de febrero de
2021.
En Chile,
la revuelta popular cumplía un año el pasado 18 de octubre, con miles de
personas en las calles de Santiago y el resto de ciudades del país. Al mismo
tiempo, el gobierno de Piñera no aplaca la ola de violencia que ya en la
actualidad parece representar una serie interminable de crímenes de lesa
humanidad en contra del pueblo de Chile. En una semana, el 25 de octubre, se
celebrará la constituyente chilena, con las calles militarizadas. Casi
simultáneamente, Colombia se prepara para una jornada de Huelga Nacional con la
llegada de la Minga indígena a Bogotá para unirse a las movilizaciones
convocadas para el 21 de octubre. Paralelamente, el 10 de octubre el ex
presidente y eterno jefe paramilitar Álvaro Uribe Vélez recuperaba su libertad,
después de ser investigado por soborno a testigos. Este suceso fue celebrado
por Donald Trump, quien lo tildó de “héroe” y un “aliado de EE.UU. en la lucha
contra el castro-chavismo”. No hay sorpresa alguna.
Por
supuesto, nada de lo antes mencionado pasa desapercibido por las embajadas de
los Estado Unidos en cada país del continente. En medio de este apogeo, el
imperialismo yanqui arremete en América Latina de forma franca, tras la visita
de Mike Pompeo a los países limítrofes con Venezuela, después de una escalada
en tensión contra el gobierno de Maduro. Tensiones que bien podrían devenir en
una potencial invasión al país bolivariano. Después de su paso por Guyana,
Surinam y Colombia, Pompeo se reunía en Brasil con el canciller bolsonarista
Ernesto Araújo. Tan solo tres semanas después de su visita, el ejército
brasilero condujo la “Operación Amazonas”, en la cual se desarrolló un
simulacro de escenario de guerra en la frontera con Venezuela, involucrando a
casi 4 mil soldados. Este es un claro ejemplo de las aspiraciones militaristas
del gobierno de Bolsonaro a nivel regional, enfocadas en implementar los
preceptos de Washington a puño y letra.
De manera
casi simultánea, el 8 de octubre pasado, el gobierno argentino de
Fernández-Fernández se doblegaba ante los EE.UU. y su grupo diplomático de
países satélites autodenominado como el Grupo de Lima, votando en contra de
Venezuela en la ONU. En el informe que
tuvo el apoyo de Fernández -escrito por la Alta Comisionada para los Derechos
Humanos y ex presidenta de Chile, Michele Bachelet- se condena a Venezuela por
supuestas violaciones a los derechos humanos. Aparentemente, la maquinaria
imperialista yanqui planea desplegar todo su arsenal ante una posible vuelta de
los progresismos latinoamericanos.
Respecto
a las elecciones en EE.UU., tal parecería que ante el triunfo del ex
vicepresidente de Obama, Joe Biden, se impulsaría un curso de mayor intensidad
y agresividad enfocado en un “cambio de régimen” en Venezuela. Sin duda, los
próximos meses preparan vientos turbulentos para América Latina, ante una
estrategia imperial reforzada por las aspiraciones de las burguesías locales,
que pretenden perpetuar el neoliberalismo servil como modelo de gobierno.
En el
contexto ecuatoriano, el día de ayer se oficializó la candidatura propuesta por
el correísmo: Aráuz –Rabascall, que tuvo varias apelaciones en su proceso de
inscripción. Arauz, como candidato progresista, lidera las encuestas de
intención de voto, con una propuesta principal de revertir las medidas
neoliberales del gobierno lacayo de Moreno. Mientras tanto, el candidato
neoliberal, Guillermo Lasso aparentemente sigue perdiendo apoyo y simpatía
popular, pero no de la oligarquía nacional.
Después
de este agitado fin de semana, caben varias dudas: ¿Cuáles van a ser las
consecuencias de la experiencia boliviana para el Ecuador? ¿Tiene sentido que
después de invertir en un golpe de Estado, se reconozca tan fácilmente una
nueva victoria del MAS en Bolivia? ¿Terminan las intervenciones imperialistas
en América Latina con los gobiernos de Moreno, Piñera y Duque? Siendo
Latinoamérica un territorio en disputa, EE. UU. se contenta con perder de vista
a lo que considera su “patio trasero” en un sentido geopolítico? ¿Es este el
comienzo del fin de la hegemonía imperial estadounidense en suelo americano, o
qué es lo que se viene? Fuente: revista
crisis.
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