El
18 de abril el Servicio Nacional de Atención Integral a Personas Privadas de
Libertad (SNAI), anunciaba la primera víctima entre la población de personas
privadas de libertad (PPL) por coronavirus en el Centro de Privación
Provisional de “El Inca” en la capital; este mismo centro presentó seis casos
positivos entre los guardias de seguridad, por lo que los internos realizaron
una huelga de hambre pacífica. Ayer, domingo 19 de abril y en contexto con la
emergencia sanitaria, se registró una protesta en el Centro de Rehabilitación
Social de Ambato (CRSA) que terminó con el ingreso de las fuerzas de seguridad;
anteriormente se registró un evento similar en la cárcel de Ibarra.
La denominada crisis carcelaria, que
durante todo el año pasado sacudió diferentes centros de detención del país
evidenció las condiciones insalubres, el hacinamiento, la violencia, pero sobre
todo la incapacidad del Estado para crear un sistema efectivo de rehabilitación
e inserción social de la población PPL. La emergencia sanitaria ha destapado un
secreto a voces, el COVID es solo un “aparecido” que profundiza las condiciones
infrahumanas en que viven los PPL.
En el sistema penitenciario nacional son
impensables el distanciamiento social o las medidas sanitarias correspondientes
que requiere el aislamiento, tanto en lo nutricional como en lo emocional, por
lo tanto se debería contemplar con urgencia medidas que garanticen la vida de
los PPL, tales como la descongestión del hacinamiento mediante la libertad de
quienes no representen peligro para la sociedad, en especial aquellos con
enfermedades catastróficas, mujeres embarazadas o con hijos, personas adultas
mayores, entre otros. Organismos nacionales como la CIDH o locales como el
Consejo de Protección de Derechos de Quito se han manifestado, sin que el
Gobierno ecuatoriano se manifieste al respecto.
No obstante, el Estado ha respondido
dentro de la lógica ya acostumbrada, la atención reducida de un estado
neoliberal, la represión - las protestas pacíficas son “amotinamientos” - y la
propaganda - “los presos quieren aprovechar la emergencia sanitaria para salir
libres a toda costa”; incluso la Ministra Romo ha manifestado que quienes
portan el virus y violen el aislamiento
podrán ser encarcelados por tres años, poniendo en más riesgo aún a las
personas privadas de libertad.
La opinión pública se ha pronunciado
principalmente desde el ámbito punitivo, replicando los argumentos del Estado y
justificando el abandono; una guerra simbólica en la que el sentido humanitario
se va perdiendo poco a poco por el miedo y la individualización ante el virus.
El coronavirus llegó a las cárceles, los internos se enfermarán y morirán, será
su culpa por ser pobres, la represión de justificará con toda la dureza del
caso cuando muestren su descontento. Al parecer es solo cuestión de tiempo, los
derechos humanos en la sociedad de clases no existen, son un mito liberal que
se hunde en la realidad. Revista Crisis.
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