Karina Monteros (cen.) se movilizó por las amnistías, el 30 de mayo pasado, en Quito. Foto: Julio Estrella |
La cotidianidad de Luisa Lozano cambió de forma radical en dos
años. Pasó de ser conserje de escuela y artesana a dirigente de la
Confederación de Indígenas (Conaie).
Todo empezó el 17 de
agosto del 2015. Ella se encontraba en su casa, en Saraguro (Loja). La menor de
sus cuatro hijos tenía parálisis facial. Salió a comprar un jarabe y se
encontró con varios vecinos. Ellos participaban en un paro nacional.
Los policías -relata-
empezaron a lanzar bombas y a detener a varios indígenas. Entonces vio que una
de sus vecinas (con seis meses de embarazo) estaba siendo retenida. Se acercó
para tratar de ayudarla y también fue apresada.
Estuvo presa 16 días. Luego empezó el proceso
judicial, que en el 2016 terminó con una sentencia de cuatro años de cárcel,
por haber “paralizado servicios públicos”.
La sentencia no se ha
ejecutoriado todavía, pues presentaron el recurso de casación ante la Corte
Nacional y -ahora- ella es parte de los 37 casos que la Comisión de Justicia de
la Asamblea Nacional analiza para conceder amnistías.
Anastacio Pichizaca,
líder indígena de Cañar, también está en esa lista. Pero, para él, el tiempo se
terminó. Lo sentenciaron en medio del proceso de amnistía y ya no podrá recibir
ese beneficio. Tiene 68 años. Su proceso se inició en el 2015. Lo apresaron en
la misma paralización. Fue sentenciado a un año de prisión, pero sus abogados
consiguieron que la sanciones se sustituyeran por otras como el trabajo
comunitario. Eso no lo deja tranquilo. “Significa que acepto mi culpabilidad.
Yo tenía derecho a protestar”.
La dirigencia indígena
presentó a la Asamblea 220 solicitudes de amnistías. Pero solo las 37 pasaron
el primer filtro.
Wilson Ordóñez, abogado
de la Conaie, explica que la falta de celeridad del Legislativo les preocupa.
El proceso se inició en mayo y aún no hay respuestas. En el camino se les puede
dictar sentencia a los indígenas y dejar de ser potenciales amnistiados, como
ocurrió con Anastacio Pichizaca.
Jaime Vargas, nuevo presidente de la Conaie,
indicó que esperarán resultados de los ofrecimientos del Gobierno hasta
diciembre. De lo contrario tomarán medidas y no se descartan las
movilizaciones.
De los casos que están
en la Mesa de Justicia, 10 están en etapa final de juicio. 10 más en
instrucción fiscal (inicio de juicio) y el resto en la etapa inicial del
proceso judicial.
En la etapa final del
proceso están 17 indígenas de Saraguro. También, fueron acusados de
paralización de servicios en 2015. Sus casos están pendientes de casación en la
Corte Nacional. Según la sentencia que recibieron, los dirigentes deben pagar
USD 3 500, ofrecer disculpas, hacer trabajo comunitario y recibir un curso
“para no ser una amenaza para la sociedad”.
Karina Monteros dice
que los dos años que ha durado su proceso han sido un “calvario”. Antes, ella
trabajaba como mesera en una cafetería en Saraguro. Renunció, pues los permisos
se le agotaron entre una audiencia y otra. Tenía que viajar más de una hora a
Loja.
Estuvo sin trabajo casi
un año hasta que a inicios de 2017 la Ecuarunari la consideró para trabajar
como facilitadora en un proyecto de educación a niños de su comunidad que se
desarrolla con la Unicef.
La Comisión de Justicia
ha empezado el análisis, según uno de sus miembros, Luis Fernando Torres (PSC).
Insiste en que se debe estudiar cada caso y no actuar bajo presión. En la mesa
también está Encarnación Duchi (Pachakutik). La legisladora es un puente entre
el movimiento y la Asamblea.
Reconoce que se debe
analiza en cada caso que los procesos judiciales tengan un trasfondo político,
ese es el requisito legal. Y eso lleva tiempo.
Los hermanos Manuel y
Luis Calle esperan que sus casos puedan ser considerados. Ellos están detenidos
desde hace un año en Cañar y Azogues, respectivamente. Sus procesos no están
relacionados con protestas, como la mayoría de solicitudes de amnistías
presentadas.
En el 2015 fueron
acusados de supuesto secuestro extorsivo. Ingresaron al despacho de un abogado
para exigir un pago que supuestamente esa persona tenía con una dirigente
indígena. Esa medida fue parte de una resolución de una corte de la justicia
indígena.
Pero fueron apresados.
El abogado los acusó de haberlo retenido injustamente por varias horas y fueron
sentenciados a cuatro años de cárcel.
Ati Kuricama,
coordinador nacional de justicia indígena, explica que la amnistía se pidió
porque previamente les negaron un pedido de indulto al Gobierno anterior. Ahí
-dice- radica la conexión política.
En
contexto
Cuando se posesionó el
Gobierno abrió canales de diálogo con varios sectores, incluido el indígena.
Uno de los ofrecimientos fue analizar los casos de perseguidos políticos para
conceder amnistías. La Asamblea Nacional debe decidir sobre cada uno. Fuente:
Diario el Comercio.
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