POR JAIME
IDROVO URIGÜEN
En qué se
basa la decantada globalización que se predica desde los templos del poder
mediático, en las iglesias de la cienciología, en las favelas y suburbios del
mundo; aquello que lo sabe hasta el más humilde campesino del África
ensangrentada, del Asia que se encarna como en los tiempos del Buda, fastuosa y
humilde, despellejando lo poco que nos queda del planeta; o en América Latina,
obsesionada con esa mezcla de pudor religioso, descarado amor por la vida y
también por los placeres que da el primer mundo
y su parafernalia.
Del registro con que cuenta la memoria neoliberal,
todo comienza a partir del retorno de Europa de los ejércitos norteamericanos.
Vencedores del ensayo de dominación mundial nazi, propuesto desde su particular
modo de ver el capitalismo, igualmente fueron testigos del hundimiento de los otros imperios que peleaban por la
hegemonía en el mundo, especialmente ingleses y franceses. Siendo testigos del
poderío ideológico y militar del Ejército Rojo y de la emergencia del
Socialismo, como potencial estado de gobierno de la humanidad, los señores de
Wall Street, comenzaron a pensarle al mundo unipolar, dirigido desde Washington
y los subalternos de la Casa Blanca; no
olvidemos que el viejo continente en su parte occidental había quedado en deuda
económica y “moral” con los USA.
Después se sucedieron tantos y complejos
acontecimientos, como la guerra fría y las guerras de liberación,
despilfarradas por la otra mitad del planeta que se sumía en la obediencia al
polarizado mundo de verle a la realidad, desde el poder que se organizaba en un
nuevo tipo de capitalismo al estilo soviético, truncando el sueño de los justos
y desposeídos.
Aunque todo esto es una suerte de aleatoria en el
tránsito del siglo XX.
Porque para comprenderle a la globalización hacen
falta cuatro centurias adicionales, con el entendimiento de las bases sociales
y económicas que sustentaron su punto de partida real, que siéndolo, no tiene
nada que ver con sus orígenes recientes, pues nos referimos con precisión al
llamado “descubrimiento de América”.
En efecto, materias primas como el oro y la plata
que dinamizaron la economía mundial, se exportaron desde los socavones de
América a un precio incalculable de muerte y dolor de los cobrizos dueños de
América; plantas como la papa, el maíz, el tomate, el cacao, el algodón, frejol
y más del 50% del mundo vegetal que consume o, del que se vale la humanidad, se
distribuyeron en todo el mundo, provenientes de Mesoamérica, los Andes y la
Amazonía.
Igualmente, porque no llegaron con el
“descubrimiento”, sólo los castellanos de Castilla ni de Aragón; confundidos en
las carabelas, vinieron la cebada, el trigo y el arroz, un tipo de judías y los
judíos de a de veras; también los árabes, el vino, los esclavos africanos,
vascos, portugueses, venecianos, ingleses, franceses y chinos, la seda, la
porcelana y la pólvora, los caballos y caballeros, etc. etc., y se produjo el
mayor cruce étnico y comercial de todos los tiempos, pues se mezclaron indios,
pobres, negros, blancos y plebeyos; piratas y aventureros; hasta confundir
genéticamente los sueños y el infierno de todos.
Por último, vencedores los dioses del apocalipsis,
poco a poco sobrevino la mazamorra espiritual y, con el cristianismo
mercantilista, cayeron por igual, el África, Australia y desde luego el Asia
milenaria. En las propias entrañas de Europa se incendiaron los últimos códigos
ancestrales y sucumbieron con la Inquisición, los druidas y el pensamiento de
las comunidades agrarias, las mujeres y desde luego, la magia.
¡No! La globalización no comenzó después de la
Segunda Guerra Mundial. Dadas las condiciones económicas del tráfico de
mercancía, seres humanos y materias primas, la égida de un pensamiento único y
una supuesta cultura universal comenzó a fraguarse con certeza en el siglo XV,
cuando se propició la mayor de las masacres que conoce la humanidad, a la cual
por ahora le llamamos “encuentro -pacífico y provechoso- entre dos mundos”.
FUENTE: ECUADORLIBRERED.