Por: Revista Crisis
Por décadas vimos al vecino país penar los males del Narcoestado: entre
las muertes por la violencia paraestatal en los sectores marginales y las desapariciones
y ejecuciones a dirigentes populares, la experiencia de Colombia nos demostró
de cerca que el Narcoestado representa un baño de sangre para el pueblo y la
organización de la clase trabajadora.
Frente a la violencia
extrema que empieza a hacerse específica sobre los cuerpos de dirigentes
populares como Leonidas Iza, es importante volver a repasar algunos marcos de
sentido que llevan construyéndose por varios años, pero que recién ahora
empiezan a concretar sus implicaciones y consecuencias, de manera muy evidente
sobre la vida de las personas y sobre la organización de la sociedad civil en
defensa de la vida, los derechos y los territorios.
Primero que nada,
ubicar que nos encontramos atravesando un momento histórico de convulsión
extrema, en el que las fuerzas imperiales que controlan el flujo de capitales
-y por lo tanto la vida misma en el planeta-, se encuentran en una disputa por
la distribución de recursos a controlar. La guerra interimperialista entre los
BRICS y Occidente se traduce a que los Sures nos enfrentemos a maquinarias más
radicales de extracción de plusvalor, sea este humano o extrahumano. ¿De qué
forma se extrae esa ganancia extra? A manera de 1. mano de obra barata, tanto
en centros como en periferias; 2. minerales y petróleo baratos; 3. energía y
alimentos baratos y 4.trabajos de cuidado gratuitos.
Para garantizar que la
explotación de trabajo humano y extrahumano sea suficiente para poder sostener
la maquinaria productiva de los Nortes, el imperialismo necesita que los
Estados del Sur adopten una forma específica para el control de territorio y
poblaciones. En el Ecuador, la forma de Estado que se ha ido configurando la última
década resultó en un Narcoestado autoritario, que podría convertirse en un
Narcoestado fascista, si así lo permitimos.
¿Por qué Narcoestado?
Porque el Estado como institución, -desde el Ejecutivo hasta los sistemas de
justicia y los aparatos represivos- se encuentra permeado por estructuras
vinculadas a las economías ilícitas como el tráfico de drogas y sus economías
derivadas como la extorsión, el tráfico de armas y personas. ¿Por qué Gobierno
autoritario? Porque Daniel Noboa ha demostrado una centralización del poder
desde muy temprano: con la declaración del Conflicto Armado Interno el 9 de
enero de 2024, y los subsecuentes estados de excepción que lograron instaurar
un despliegue y control permanente de FF.AA. y Policía Nacional con toda
licencia por todo el país.
Este elemento resulta
fundamental, porque permite corroborar que militarizar el territorio también
abrió un mayor alcance en territorios al crimen organizado, ya que los aparatos
represivos del Estado están altamente permeados por las economías ilícitas. En
este segundo periodo, Noboa logró imponer 4 leyes con carácter económico
urgente, mismas que atentan de forma frontal en contra los derechos más
elementales, fusionando ministerios y secretarías. Adicionalmente, se impone
una narrativa que, además de presuponer un ataque contra la democracia -por más
burguesa que sea-, arremete de forma reiterada en contra de Leonidas Iza, el
Frente Nacional Antiminero, y también la Corte Constitucional.
Así como la burguesía y
el Estado han tenido su devenir en la última década, la organización popular
también ha tenido su propio devenir. En el devenir de nuestra historia como
organizaciones de la sociedad civil, Leonidas Iza Salazar se ha convertido en
un dirigente popular, que trascendió en dos hitos continentales de la lucha
popular, que son Octubre de 2019 y Junio de 2022, su liderazgo dentro del
Movimiento Indígena, para convertirse en un dirigente popular de amplio
alcance.
Ante el actual
escenario convulso que desde el Narcoestado solo promete precariedad y muerte,
la única fuerza posible de poner límites al avance perverso de la
sobreexplotación contra el pueblo y la naturaleza, es la organización popular.
Si en algo coincidimos los sectores populares y la burguesía, es que Leonidas
Iza Salazar representa la posibilidad de construir el Poder Popular
Plurinacional. Por lo tanto, atentar en contra de la legitimidad y vida del
compañero Leonidas, es uno de los principales objetivos estratégicos para el
poder del Estado, que ahora mismo representa también los intereses del
imperialismo extractivo y de las economías ilícitas.
En este sentido,
atentar en contra de Leonidas termina siendo también un atentado contra la
posibilidad de organización de la sociedad civil. Es decir, el Estado
ecuatoriano el pasado 18 de agosto atentó en contra de la vida de todxs. De
quienes pelean por el territorio, por el agua, por la salud, por la educación,
por el IESS, por las infancias, por los animales, por la cultura, por el
trabajo digno, por la institucionalidad, por la vida.
El cuarto atentado en
contra de la vida de Leonidas Iza, demuestra la intencionalidad de un
dispositivo determinado de control social. Finalmente, los discursos de odio
del capitalismo desembocan en escenarios como el actual, donde mercenarios a sueldo,
en este caso “servidores públicos” -que de “servidores” solo sirven para
defender a sus amos y de “públicos” solo tienen el sueldo-, atentan contra la
vida de la figura más importante de la organización popular del Ecuador. Más
bien se encargan de ejecutar e imponer el odio que destilan sus dueños en los
panfletos mal llamados “prensa”.
Los grandes genocidas
de Alemania, al momento de enfrentar sus supuestos delitos, renegaban su
responsabilidad con el único argumento de “cumplir órdenes”. Y así, cualquier
asesino a sueldo toma la justicia en sus propias manos, ejecutando un mandato
que ya le fue encomendado en términos institucionales -orden del Estado- como
sociales -discursos de odio-, sin importar si pertenece a fuerzas represivas
regulares o irregulares.
Los discursos de odio
son efectivos para el poder político del Estado, porque generalizan en la
opinión pública sus propios argumentos: así y solo así, alguien que en el
sentido más literal se está muriendo del hambre, termina defendiendo a un narco-bananero
que es personalmente responsable de que lo exploten. Aquí el dilema del pobre
de derecha. El odio a la propia clase se instituye de tal forma que la persona
común termina defendiendo un exterminio social que se dirige contra si misma.
La prensa corporativa,
la vanguardia mediática de la reacción -un elemento central en sostener el
poder-, le lava las manos a un acto de terrorismo de Estado, hasta llegar al
punto de defenderlo, legitimarlo e incluso exigirlo. “El terrorista Iza
secuestró a tres policías”, termina resonando en la opiniología digital. No
cabe duda de que la normalización, la tergiversación y la relativización de los
hechos materiales resulta ser una constante en medio de la cortina de humo que
termina siendo el “Nuevo” Ecuador. Si Correa y compañía instauraron el
marketing político como instrumento de control social y Bukele lo
profesionalizó, Noboa terminó por perfeccionarlo.
La inmundicia humana
que representa la clase política en su totalidad, y se refleja también en la
relación de fuerzas entre las clases: el empresario es venerado por explotar a
la inmensa mayoría de la clase trabajadora, calificada como plebe infrahumana a
esclavizar, mientras nuestros líderes y lideresas populares son criminalizados,
denigrados e incluso asesinados, bajo el expreso mandato de un Narcoestado y
una inmensa mayoría que lo aplaude.
En medio del
claroscurso del momento histórico en el que el no-futuro es hegemónico,
profesado por un empresario megalómano con tintes napoleónicos, el infame acto del
cuarto atentado contra la vida del dirigente popular de mayor trascendencia y
firmeza en la historia contemporánea del Ecuador, demuestra lo siguiente: un
Estado burgués, por más narco que pueda ser o mayor convencimiento tenga de
manejar un país entero como su hacienda, le sigue temiendo a una clase
organizada y digna, que se encuentre a la altura de enfrentarse cara a cara con
el explotador, sin los complejos coloniales que aquejan a la gente de “bien”, y
eso sí, bien blanqueada.
Que la clase explotadora
lo sepa: tras el compañero Leonidas Iza, se encuentra un pueblo entero,
dispuesto a defenderlo con uñas y dientes. Leonidas Iza no está solo porque ha
sabido defender con dignidad la causa justa y el proyecto histórico de la clase
trabajadora: una sociedad de justicia, una sociedad bonita.
Leonidas Iza tiene un
poncho antibalas que se llama pueblo. Resistimos.
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