Por: Federico Rivas Molina
La figura más relevante de la izquierda latinoamericana
logra por tercera vez la presidencia de la mayor economía regional.
Lula ha vuelto al poder en Brasil. El regreso de la
figura más relevante de la izquierda latinoamericana en la historia reciente se
ha confirmado este domingo con su triunfo sobre el ultraderechista Jair
Bolsonaro. La victoria de Lula, la tercera en unas presidenciales, responde a
una serie de factores. Aquí se exponen ocho claves:
-El miedo a la deriva autoritaria. El temor de los brasileños a una escalada autoritaria del presidente derrotado,
Jair Bolsonaro, pudo más que la desafección que muchos aún sienten por Lula, al
que no le perdonan los actos de corrupción de sus dos anteriores Gobiernos.
Lula basó su campaña en una batalla entre el amor, representado por su
candidatura, y el odio, personificado en su rival. Las amenazas de Bolsonaro de
no reconocer los resultados electorales y el apoyo de las Fuerzas Armadas, a
las que entregó puestos clave del Gobierno como el Ministerio de Salud en plena
pandemia, fortalecieron la opción de defensa de la democracia del candidato de
la izquierda.
-La pandemia. Con casi 700.000
muertos por coronavirus, su desastrosa gestión pasó factura a Bolsonaro en las
urnas. Los brasileños no le han perdonado el retraso en la compra de vacunas,
miles de muertes evitables y que no mostrara empatía por las víctimas. Se
proclamó antivacunas, se opuso a las cuarentenas decretadas por los Gobiernos
estatales y promovió el uso de medicamentos sin sustento científico.
-Amplia alianza.
Lula, como en sus dos anteriores triunfos electorales, supo ampliar su base
electoral con alianzas a izquierda y a derecha. La elección como compañero de
fórmula de Geraldo Alckmin, un líder del centroderecha al que derrotó en las
presidenciales de 2006, lo acercó al voto moderado que recelaba del Partido de
los Trabajadores. Lula sumó el apoyo, a título personal, del expresidente
socialdemócrata Fernando Henrique Cardoso, un rival histórico. A todos ellos
los movió un espíritu de cruzada democrática contra los discursos de odio
propalados por Bolsonaro. Por la izquierda, Lula recuperó a figuras como la
exministra de Medio Ambiente de su primer Gobierno, Marina Silva.
-El recuerdo de tiempos mejores.
El voto del Nordeste, su región natal y la más pobre, ha sido de nuevo
mayoritariamente para Lula. Los más necesitados recuerdan que hace 15 años
estuvieron mejor que ahora y esperan un regreso a aquella bonanza. Satisfacer
esa demanda de prosperidad será uno de los principales desafíos del nuevo
presidente: el viento de cola que empujó a las economías latinoamericanas hacia
un crecimiento sin precedentes ya no existe.
-El efecto Jefferson.
Es ahora posible medir el impacto de la cercanía personal e ideológica de
Bolsonaro con Roberto Jefferson, el exdiputado que el domingo pasado recibió
con disparos de fusil y granadas a los policías que se aprestaban a detenerlo
por orden judicial. El presidente de ultraderecha intentó con rapidez tomar
distancia de su aliado y trató de vincularlo con el PT porque recibió sobornos
y denunció el caso luego conocido como Mensalão. Pero el daño a Bolsonaro ya
estaba hecho. Si quedaba un voto indeciso o dispuesto a quedarse en casa, optó
por Lula.
-La espina de São Paulo.
Como se preveía, Bolsonaro ganó con holgura en el Estado más rico de Brasil. Su
candidato a gobernador, Tarcísio Gomes Freitas, exministro y nacido en la rival
Río de Janeiro, venció a Fernando Haddad, excandidato presidencial del PT y
antiguo alcalde paulistano. Lula deberá lidiar con un bolsonarista al timón de
la gobernación más importante del país.
-Un Congreso a la derecha. Lula
no solo tendrá un contrapeso en São Paulo. Tendrá que gobernar con un Congreso
claramente conservador. La formación de Bolsonaro, el Partido Liberal (PL),
tendrá la mayor bancada de la Cámara de Diputados, con 99 escaños, uno de cada
cinco. Para el PT de Lula y sus aliados será muy complicado construir una
mayoría. Lula tendrá que demostrar que mantiene intactas las dotes de
negociador que fueron marca de sus dos primeros mandatos.
-El voto evangélico. Más
de 65 millones de brasileños, un tercio de la población, se declaran
evangélicos. En primera vuelta el 65% apostó por Bolsonaro. Si bien es pronto
para hablar de porcentajes, el resultado de este domingo resultaba inalcanzable
para Lula si no se hubiese apropiado de parte de esa tajada. El ganador utilizó
la última semana de campaña para acercarse a ese sector de la población con una
carta en la que prometía no cerrar iglesias, una de las mentiras que el
bolsonarismo difundió en redes para perjudicarlo. Una agresiva campaña pro
Bolsonaro en las iglesias pentecostales terminó además por espantar a los
fieles más moderados, quienes finalmente se volcaron en el candidato de
izquierda.
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