Por:
Francisco Escandón Guevara
Para
el gobierno de Moreno hay un conjunto de indicadores que demostrarían la
superación de la peor fase del coronavirus en el Ecuador; argumenta que existe
desaceleración en el número contagios y muertes, así como también una reducción
de las emergencias sanitarias y las consultas médicas. Por ello decidió
reemplazar el régimen del aislamiento o cuarentena por el del distanciamiento
social.
Más
esos argumentos son cuestionables, carece de evidencia científica que la
diseminación del virus esté controlada. No se puede tapar el sol con un dedo,
incluso hay medios de comunicación internacionales que relatan las magnitudes
de la catástrofe y la comparan con la de los países con peores impactos del
virus.
¿Entonces
a qué responde el cambio de fase decretado? Quizás la respuesta esté en la
avaricia de las Cámaras de la Producción que presionan el retorno a las
actividades productivas para que sus bolsillos sigan engordando. Para esas
élites ni la vida es más importante que la acumulación de capital.
De
sostener este cambio, del aislamiento al distanciamiento social, en las
actuales condiciones, Moreno habrá decidido por el contagio masivo o de rebaño.
Con él, sólo una minoría evitaría enfermarse y se condenaría a la muerte a
ancianos, enfermos crónicos y masas empobrecidas. Por eso el ministro de salud
anticipa el contagio del 60% de la población, 10 millones de personas, y
conforme a la tasa de mortalidad 100 mil morirían.
Esta
decisión gubernamental parece sacada de los manuales del fascismo, de las
teorías de Herbert Spencer, que quiso aplicar la selección natural de las
especies darwiniana a la sociedad para legalizar la sobrevivencia del más apto.
Es decir, quieren inaugurar la ley de la jungla, el sálvese quien pueda.
Para
disimular la torpeza, Moreno anunció la decisión de derivar la responsabilidad
del cambio de fase hacia los municipios, a partir de lo que recomiende el
semáforo cantonal en la gestión de la pandemia. Esa aparente concesión
democrática a otras autoridades es una confesión de falta de liderazgo e
incompetencia, es también demagogia pura, pues a esos municipios, a los que
quieren engatusar como cómplices de una matanza, les deben plata.
La
cuarentena debe continuar, pero la garantía para que sea efectiva es que el
Estado provea medicina y alimentos para el pueblo. Sólo así la vida vencerá.
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