Foto: Tamara Artacker |
La crisis provocada a
nivel mundial por la pandemia del Covid – 19 da la vuelta a todo, nada está
quedando en su lugar, empezó siendo un problema sanitario, pero cuestiona al
conjunto del modelo civilizatorio levantado en los últimos setenta años, luego
de la posguerra de mitad del siglo XX para acá, esto es el capitalismo
globalizado.
En
algunas regiones y países con mayor complejidad que en otros y al parecer las
evoluciones en el Ecuador están quedando entre las de mayor drama: ¿Quién no
quedo estremecido con las imágenes que los medios de comunicación nacionales[1]
e internacionales[2] transmitieron el 1 de abril sobre los cadáveres en las
vías públicas de la ciudad de Guayaquil, la quema de llantas en las barriadas
que acumulan muertos por varios días y el anuncio de ser enterrados en fosas
comunes[3]?, sin embargo, este último anunció quedo sin efecto tras una ola de
críticas al gobierno, que dispuso entierros dignos. Al momento de escribir este artículo se
reconoce oficialmente que los datos
generados tienen subregistro.
Una
de las cuestiones que ha emergido en su gravedad es la problemática
alimentaria: hay países enteros que tienen dificultad para acceder a alimentos,
y en otros países hay zonas, como las barriadas populares, que tienen muchas
trabas para encontrar productos de primera necesidad. Además que las cadenas
privadas de expendio solo se ubican en zonas de ingresos medios y altos, pero
no en los espacios donde viven poblaciones con ingresos bajos. A esto, se suma
la situación sanitaria que demanda alimentos frescos y sanos, no solo enlatados
o envasados, peor aún producidos con insumos contaminantes.
Esta
realidad es la consecuencia de setenta años de un sistema corporativo que
construyó a nivel mundial la concentración de la producción y del comercio
alimentario, basado en una injusta e irracional división internacional,
sostenida sobre la base de tratados comerciales con auspicio de la Organización
Mundial del Comercio (OMC), que monopolizó fertilizantes y semillas, obligó a
que las mejores tierras del mundo se orientaran a los productos que demandan
los países centrales y las grandes transnacionales de consumo y se volvieran dependientes de alimentos a la
mayor parte de países en África, Asia y Latinoamérica.
Lo
que es peor, en los últimos años, con la promoción de los agrocombustibles, que
la producción fuera a alimentar automóviles y la monopólica industria de
cárnicos. Irracionalidad pues aleja la producción de alimentos de las
necesidades de las poblaciones humanas circundantes, es más obliga a los
campesinos a abandonar sus mecanismos de cultivos autóctonos e impone
fertilizantes y semillas de marca transnacional para alimentar a otros.
Un
ejemplo de ello es Ecuador, las mejores tierras del país, aquellas con mayor
fertilidad de suelos, con acceso a riego, ubicadas en las zonas planas y valles,
conectadas con las principales vías de transporte, con gran apoyo estatal,
están orientadas a productos que se consumen en Europa, Estados Unidos o China:
camarón, banano, flores.
Los
productos agrícolas para el mercado nacional se producen en tierras de poca
fertilidad, con poco o ningún riego, alejadas de las principales vías, con
escaso apoyo estatal, en unidades productivas pequeñas o medianas: maíz suave y
maíz duro, plátano, tomate, fréjol, melloco, alverja, pimiento, cebolla, entre
otros.
Ahora
las bodegas de las grandes compañías, en puertos y aeropuertos están
abarrotadas de productos que no pueden salir del país y que jamás tuvieron el
propósito de consumirse en el país. Ahí varados y pudriéndose. Los barcos
llenos de petróleo sin tener a donde ir y en las empresas despidiendo a los y
las trabajadoras/os.
Mientras
en las ciudades, en las barriadas populares con habitantes por miles, hombres y
mujeres demandan alimentos para sostener su vida: frutas, hortalizas, cereales,
leche, huevos, carne.
Y
quienes producen esos alimentos – algunos de ellos se vuelven con mayor demanda
por su valor nutritivo como quinua o su aporte para enfrentar las enfermedades
de vías respiratorias: naranja, limón, miel de abeja, hierbas medicinales – son
los y las campesinas, agricultores, de la Costa, Sierra y Amazonía que se
mantuvieron necios produciendo para los mercados locales y nacionales.
Evidencia
de lo dicho es que del año 2000 para acá en el Ecuador decreció la superficie
en cultivos transitorios, donde está la mayor parte de los alimentos para el
consumo nacional, se perdieron doscientas mil hectáreas. Mientras que, en
permanentes, donde están la mayor parte de cultivos para la exportación, se
incrementó en ciento cincuenta mil hectáreas. Veamos el siguiente gráfico,
elaborado[4] sobre los datos de la Encuesta de Superficie y Producción
Agropecuaria Continua (ESPAC. [5]
Otro
tema por tratar, de nivel local, es la cuestión del acopio y comercio de
alimentos para los sectores urbanos de menores recursos económicos y para las
poblaciones marginales, pues el neoliberalismo de los 90 y el actual debilitó o
eliminó los circuitos de mercados municipales o estatales, tampoco el
desarrollismo trabajó en esa línea.
Los
supermercados fueron las empresas privadas que mayor utilidad generaron en la
última década y media “los exitosos”, luego de los bancos y las empresas
petroleras.
La
concentración del mercado en grandes cadenas oligopólicas de mercantilización
incrementa la fragilidad del acceso a alimentos para los sectores periféricos
y/o marginales. Lo que se agudiza si colocamos el requerimiento de alimentos
sanos y frescos, sin químicos ni preservantes.
Es
urgente e imprescindible trabajar en líneas de comercialización pública, a
través de gobiernos locales y/o provinciales, que acerquen producción agrícola
campesina y consumo en barrios populares. Es emergente fortalecer el apoyo a
los esfuerzos locales y regionales a favor de la agroecología.
Finalmente,
es necesario señalar que una perspectiva estratégica, que reconozca que esta
crisis sanitaria no es un caso aislado, sino que se encuentra enmarcada dentro
de un conjunto de condiciones estructurales mundiales, entre ellas el sistema
alimentario global, demanda transformar el sentido esencial de las políticas públicas:
qué alimentos se producen, quiénes los producen, cómo se producen, para quiénes
y cómo se comercializan.
Definitivamente
hay que dar la vuelta a todo, desconectarse del sistema agroalimentario global,
fortalecer el nacional y regional. No se puede volver a la normalidad.
*
Profesor de Sociología Agraria en la Universidad Central del Ecuador e
investigador de Sipae.
[1]
Las primeras imágenes sobre las exposiciones de cadáveres en la vía pública en
Guayaquil fueron transmitidas por los noticieros de las cadenas privadas de
televisión pro – gobiernistas de Teleamazonas y Ecuavisa
[2]
Los principales medios de comunicación globales que informaron y comentaron las
imágenes fueron “El País” de España, y el noticiero de CNN en español, ambos
afectos al régimen “morenista”.
[3]
Hay que recordar que quién hablo de la posibilidad de fosas comunes para el
entierro de cadáveres fue el propio gobernador en la provincia de Guayas,
designado por el Presidente. Lo hizo en cadenas nacionales emitidas desde el canal
del Estado y medios públicos.
[4]
Elaboración: SIPAE, agradezco el apoyo de Freddy Montenegro y Eliana Anangonó
para la elaboración del gráfico.
[5]
Encuesta de Superficie y Producción Agropecuaria Continua- ESPAC.
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