Los resultados de las
últimas elecciones reconfiguran el mapa político del Ecuador. Atrás quedaron
las fuerzas hegemónicas y los liderazgos dominantes.
El
gran perdedor es Alianza País que está envuelto en una ineficaz lucha
anticorrupción y en un plan de ajuste neoliberal. El oficialismo no logró
siquiera presentar candidaturas en varios territorios, sus figuras migraron
detrás de Compromiso Social y de otros partidos que alquilaron sus casilleros.
No
sorprenden las representaciones obtenidas por el correísmo. Aún su discurso
cautiva a un electorado que es fácil presa del populismo, pero retrocede entre
las preferencias electorales debido al involucramiento de sus líderes con los
escándalos de corrupción.
En
el consolidado nacional los socialcristianos obtuvieron más votos, ellos
vendieron la idea de hacer cada ciudad una extrapolación del modelo exitoso de
Guayaquil. Sin embargo, esa táctica no les permitió homogenizar su electorado,
perdieron en varios de sus bastiones y en otras provincias sus candidatos, de
lejos, no son los más votados.
El
reconocimiento de CREO como oposición política y alternativa electoral
languidece:sus escasos liderazgos seccionales y el colaboracionismo con el
programa económico del gobiernos con las causas de este retroceso numérico.
Fue
clarísimo el padrinazgo con el que actuaron los caudillos de estos partidos
políticos oligárquicos. El expresidente Rafael Correa fue la única figura que
levantaron sus seguidores, mientras que Guillermo Lasso y Jaime Nebot
recorrieron el país para apalancar a sus candidatos y para posicionarse como
presidenciables.
La
sorpresa fueron los resultados obtenidos por las fuerzas de izquierda, luego de
los reveses continuos derivados de su enfrentamiento al correísmo, juntos el
Pachacutik y la Unidad Popular ganaron más prefecturas que el
socialcristianismo y obtienen un importante número de alcaldías, hecho
invisibilizado por los grandes medios de comunicación.
Además,
estas elecciones se caracterizaron por una enorme dispersión de candidaturas y
por la indecisión que se mantuvo hasta las postrimerías mismas de los
sufragios, de allí que resulta irresponsable el accionar de las encuestadoras
que emitían estadísticas, nada objetivas, para inducir en las preferencias de
los votantes. Es hora que los organismos de control y judiciales tomen cartas
en el asunto para sancionar estas prácticas enajenantes antidemocráticas.
Otro
fenómeno influyente de los comicios es la proliferación de organizaciones
políticas y de un sinnúmero de alianzas des-ideologizadas realizadas entre
partidos y movimientos de diferente tendencia.
En
estas elecciones el pueblo se encargó de enterrar a los caciques que han
repetido sus postulaciones en los últimos veinte años en distintos territorios
(Torres en Ambato, la dinastía Falquez en El Oro, Paco Moncayo en Quito,
Cabrera y Carrasco en Cuenca, el clan Zambrano en Manabí, etc.). La
sobreproducción de propaganda de esas maquinarias electorales no logró vencer
al anhelo de cambio de los electores.
Definitivamente,
el mapa electoral es variopinto, diverso y plural, las previsiones del voto
pendular favorable a la derecha tradicional fueron falseadas por la realidad.
Ahora la gran incógnita se traslada a quién será el ganador en las
presidenciales del año 2021.
Lasso
y Nebot fungen de fuertes precandidatos a Carondelet, es obvio que el correísmo
jugará también su carta y, por otro lado, la unidad de las izquierdas tiene
potencialidad para triunfar siempre que presente una candidatura única y
aglutinadora. Nada está dicho, la estructuración del cuadro electoral y de las
alianzas se acelerará ante la proximidad de los comicios.
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