Por Patricia Yallico* /Publicado originalmente en Acapana
Hemos naturalizado tanto la ausencia de las mujeres, que vemos normal que
el directorio de las organizaciones indígenas esté conformado en un 90% por
hombres. Recordemos el diálogo entre el movimiento indígena y el gobierno de
Lenín Moreno durante el levantamiento de octubre de 2019, transmitido por
cadena nacional: en la parte frontal de la mesa, el Presidente, el delegado de
la iglesia y los mediadores de la ONU; a un costado los ministros de gobierno
y, al otro, la delegación del Movimiento Indígena, compuesta en su mayoría por hombres.
El planteo es abrir el debate y no
reducirlo a una cuestión meramente coyuntural ni únicamente a la presidencia de
la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie); la propuesta
es feminizarlo todo. Así, por ejemplo, en lo académico: ¿cuántas mujeres
indígenas ocupamos cargos importantes en la Universidad Andina, en Flacso, en
el Instituto de Altos Estudios Nacionales, en la Universidad de las Artes? Y en
lo político: ¿cuántas somos autoridades locales, regionales o nacionales? Y un
tema no menor: ¿lograremos que una mujer indígena presida la Asamblea Nacional
y que los hombres del bloque de Pachakutik se metan su ego bien adentro?
Feminizarlo todo tampoco significa
someternos a ideas foráneas del feminismo burgués, sino impulsar el poder de la
energía femenina propia de las “indias”, “cholas”, “negras”, “campesinas”,
“empobrecidas”, “marginales”, “obreras” y “diversidades de género”. ¿Cuál es la
tarea del hombre en este proceso? Pues acompañar sin crear desde su visión una
agenda para las mujeres.
Muchos hombres (y algunas mujeres)
cuestionan, hasta de manera burlesca, que una mujer sea capaz de garantizar un
buen trabajo como presidenta de la Conaie. Pregunto: ¿el hecho de que presida
la organización un hombre es, acaso, garantía alguna? El planteo no apunta a
que sea una mujer políticamente incoherente, eso es obvio. Nosotras sabemos
defender a la organización con uñas, dientes y wawas a cuestas, y tenemos el
derecho a equivocarnos. A los hombres nadie les pide su currículo, hoja de vida
o prontuario, ¿por qué nos piden a nosotras hasta la radiografía? Refrescar un
poquito la memoria es sano dentro del movimiento indígena, quizás así se quite
la idea puritana a la hora de pedir el ADN a las mujeres: Ricardo Ulcuango en
el gobierno de Rafael Correa; Humberto Cholango en el gobierno de Lenín Moreno;
el coqueteo permanente con la derecha de Salvador Quishpe y Lourdes Tibán, o la
entrega en cuerpo y alma de Yaku Pérez a las ONGs; y así faltarían páginas para
enlistar los vaivenes por los que caminan ciertos líderes a nivel provincial,
regional y nacional. Penoso resulta escuchar a dirigentes indígenas hombres,
con aspiraciones a la presidencia de la Conaie, prometer que “impulsarán” el
fortalecimiento de las Mujeres cuando jamás se han preocupado siquiera de
hacerlo en sus organizaciones locales.
Es innegable la crisis que vive en la
actualidad nuestra organización, la Conaie. Pero estas situaciones nos
desafían, nos transparentan y nos colocan en escenarios extraordinarios donde
deben prevalecer ideas y propuestas. Las crisis deben mirarse como un tiempo y
espacio para definir en dónde estamos y hacia dónde vamos, sin delimitarlo
exclusivamente a dos figuras como sucede hoy: o estás con Leónidas Iza o estás
con Yaku Pérez.
¿Por qué es tan difícil comprender que
las warmis (mujeres) podemos impulsar nuestras propuestas nacidas desde las
realidades y necesidades propias? Es difícil para una mente machista. No todo
gira alrededor de Iza o Pérez, quienes dicen representar a la izquierda y a la
centroizquierda (que roza la derecha) respectivamente. Debemos elevar el debate
y la discusión.
¿Por qué piensan que no hay mujeres de
izquierda o, mejor aún, warmis que planteamos una propuesta propia, distinta,
nacida del fuego de nuestro ser runa y alejada del marxismo dogmático y del
centralismo mediocre que solo profundizan el sistema patriarcal que sostienen
con su accionar? Dividir al mundo únicamente entre marxistas y capitalistas es
seguir con una mirada pequeña y colonialista del asunto, y eso ya lo dicen las
mujeres zapatistas en el norte y las mujeres mapuche en el sur.
El accionar de las mujeres no gira
alrededor de ningún pene, el objetivo es sostener e impulsar una corriente
política radical que destruya el actual sistema depredador y criminal en el que
vivimos. Romper rancias costumbres machistas y patriarcales incrustadas en los
pueblos indígenas y campesinos. Establecer una corriente que no responda a
ideas colonialistas de ningún amigo o enemigo. Las Mujeres no necesitamos que
ningún patrón o seudo compañero avale nuestro accionar ni antes, ni ahora, ni
después. Lo que buscamos son compañeros reales que acompañen, que sugieran sin
imponer. Y en ese desafío estamos muchas y muchas más se sumarán a esta
invitación a crear algo nuevo, distinto, genuino y legítimo. Las esperamos a
todas las locas, brujas, putas, ovejas negras que no le tengan miedo a
construir y a tejer lo diferente y revolucionario.
Muchos hombres (y algunas mujeres) cuestionan, hasta de manera burlesca,
que una mujer sea capaz de garantizar un buen trabajo como presidenta de la
Conaie. Pregunto: ¿el hecho de que presida la organización un hombre es, acaso,
garantía alguna?
Tambien nos debemos preocupar porque los hombres son machistas si nacen de una mujer y son educados por sus madres?
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