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Jaime Vargas, presidente de la Conaie, durante las protestas
sociales que duraron 12 días a nivel nacional. Foto: Conaie
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Por Tomas Rodríguez León
Ya está demostrado, en
el Ecuador existe un pueblo revolucionario sin
un partido de vanguardia, incluso podríamos afirmar con VI Lenín que
las masas están cien veces más a
la izquierda que el partido Bolchevique y este a la izquierda que su
comité central.
La
insurrección indígena popular en curso
permite revisar situaciones de equilibrio inestable que es ya
insostenible en el tiempo. El
auto llamado gobierno de la estabilidad democrática solo ha significado
un freno represivo, liberado el resorte opresivo de una década, energías insurreccionales, vuelven a tomar
impulso.
No
pudo la llamada Revolución Ciudadana cumplir su cometido reaccionario que tenía como receta corregir la mala
conducta del pueblo muy presto a votar gobiernos, reventar a los partidos
detonantes de la insumisión orgánica de la juventud y los campesinos (Pachakutik
MPD /UP), destruir las organizaciones históricas de los trabajadores,
campesinos y maestros como la Conaie, Unión Nacional de Educadores (UNE) y
Frente Unitario de Trabajadores (FUT); e
inventar una izquierda a la medida,
cooptando a una parte de partido socialista, el partido comunista, la ruptura
de los 25 de la Usaid, así como
cosechando del sepulcro olvidado a micro fracciones del Movimiento de Izquierda
Revolucionaria (MIR) donde resaltan a
Gustavo Larrea y Lenín Moreno expulsados
tres décadas atrás.
El
gobierno de la Revolución Ciudadana, partido Kuomintang conservador se
construyó con lo peor de la izquierda y lo más ágil de la derecha
camaleónica, elaboró a su paso otros sujetos sociales y actores
organizacionales. Fuera del léxico quedó el proletariado, la alianza obrero
campesina, la lucha revolucionaria,
el marxismo. No obstante para
acoger marginales conceptos clasistas resucito a la gloriosa FEI para
lanzarla contra la Conaie, recuperó lo que fue más una consigna; Central Única de trabajadores
(CUT) para romper la unidad del FUT y
reunió a una masa bastarda de desempleados para
crear una red de maestros pretendiendo
debilitar a la UNE.
La
tensión producida entre las fuerzas de la revolución que resistieron y las de la contrarrevolución tenían forzosamente
que encontrar una salida, lo primero
fue el fraude electoral que le hicieron a la derecha liberal con el subsecuente robo del programa de Lasso
por el mismo Alianza País y su nuevo líder Moreno, así llegamos finalmente al
alzamiento indigna popular.
Las
fuerzas de la revolución, el campesinado indígena, los trabajadores, la pequeña
burguesía radical y la juventud, están
activas. Del campo a la ciudad y sin
una campaña de agitación
previa, se construyen desde las masas objetivos concretos de lucha, nace
una plataforma donde la Conaie y el FUT retoman la acción reivindicativa
social que rechaza las políticas
imperialistas del neoliberal y su consenso
que agrupa a toda la derecha a la cintura del movimiento Alianza
País, a los que se suman Correa y sus acólitos.
Los
dirigentes en una insurrección declarada aspiran a tomar el poder para
instaurar un régimen democrático avanzado, esto asusta a la burguesía que ya no
le apuesta a una salida sino retórica “defensa de la democracia”. Se pone en vilo a la conciencia de los pueblos
que ven en el Ecuador un ejemplo digno de ser imitado. Los líderes de la
insurrección le dicen al mundo que rompen
la perversa dicotomía de las experiencias descompuesta de Venezuela y Argentina y
que rechazan tanto al populismo como al
neoliberalismo. Evo debe pronunciarse ya.
La
pequeña burguesía radical, grupos anarquistas heroicos están también en la
palestra la burguesía lumpen y criminal
se atrinchera en el puerto de Guayaquil a donde se refugia el criminal traidor
de Lenin Moreno que al verse arrastrado por la circunstancia cambia la sede de gobierno. El espíritu derrotista de la burguesía toxica y furiosa la vuelve
peligrosa y las redes sociales de derecha y la prensa piden sangre y represión.
Presionados
por las masas, el Gobierno reaccionario,
al tiempo que ofrece diálogos, presenta combates en inferioridad de
condiciones para un pueblo, que resiste
con una moral nunca antes
vista. La clase obrera débil pero
presente no advierte que el momento es de ofensiva estratégica y aun no
pone en programa la agenda contra la flexibilización laboral y
los temas de estabilidad y salario
De
la experiencia histórica basta, el
pueblo de Quito y el movimiento indígena
asimilan bien el arte de la insurrección, creando organismos que traducen en los
hechos la voluntad de las masas. Construyen
redes de apoyo social y formas de gobierno dual que caracteriza toda
revolución. La insurrección popular se
mueve en la órbita de la correlación internacional de fuerzas donde
tanto la derecha como el populismo son un fracaso, el socialismo del siglo XXI
es cadáver putrefacto y México y Bolivia modelizan una salida democrática. Pero
en Ecuador se va recuperando muchos aspectos del marxismo
ortodoxo como consignas de independencia
de clase y trasformación del Estado.
Dirigir
el movimiento revolucionario hasta el
fin, pese al chantaje del Estado y su servil gobierno y pese a la ausencia de
conducción de partido insurreccional es
un mérito de las masas indígenas y de la juventud. Loable lo de Pachakutik, UP y la militancia
marxista recuperada, pero no es suficiente para alcanzar el triunfo, ello no omite
la obligación ética de intentarlo y toda la izquierda sobreviviente anti
correista lo sabe y gesta apoyos urgentes.
Las
miserias ofrecidas por el sanguinario régimen, omiten interpretar
los intereses legítimos de la clase obrera y el campesinado. Y claro
hace falta construir organismos de frente único con otros grupos
no solo étnicos que garanticen un rumbo plural democrático y revolucionario
En
todo caso aunque el triunfo espera, nunca será una derrota lo ocurrido en el país
andino y jamás el Ecuador será el mismo.
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