Del machismo no se sale
ni con plantones ni marchas. Es un proceso más largo, más íntimo, de mucha
disciplina. Es la verdad. Pero es una forma de visibilizar un problema que no
ha sido resuelto en Ecuador. Y menos cuando se han aplicado políticas de Estado
ofensivas y degradantes que califican a los hombres, en última instancia, de
brutos, torpes, violadores. Eso no dio resultado, ni lo dará.
POR:
Jean Cano
Periodista
de investigación, editor general de la revista Criterios de la Cámara de
Comercio de Quito.
Un
hombre requiere de capa-citación, sen-sibilización, hacerle ver cruda-mente lo
que pierde y no llega a ver con sus actitudes… Necesita, eso sí, menos
señala-mientos que caen en la ridiculi-zación".
La
frase era inclusiva. Fuerte. Avergüenza. “Señor, señora, no sea indiferente. Se
mata a las mujeres en la cara de la gente”. Esa era una de las proclamas de
centenares de mujeres y hombres cantaban en la avenida de los Shyris, el
domingo 20 de enero, por la tarde. Vestidos de negro. Con banderas negras. Y
carteles con toda clase de mensajes antimachistas.
Sí.
Del machismo no se sale ni con plantones ni marchas. Es un proceso más largo,
más íntimo, de mucha disciplina. Es la verdad. Pero es una forma de visibilizar
un problema que no ha sido resuelto en Ecuador. Y menos cuando se han aplicado
políticas de Estado ofensivas y degradantes que califican a los hombres, en
última instancia, de brutos, torpes, violadores. Eso no dio resultado, ni lo
dará si se repite en el futuro.
Son
necesarias leyes que combatan la violencia intrafamiliar. De seguro. Pero
tomando en cuenta que la violencia no tiene género ni nacionalidad. La actuales
políticas de Estado no han detenido la violencia machista, y todavía queda
mucho por hacer. Por ejemplo, niños, niñas, adolescentes o los hombres y
mujeres de la tercera edad también son vulnerables.
Es
lamentable. Pero las tareas para las políticas de igualdad tiene escasos
recursos, inequitativamente distribuidos y poco auditados. Hablamos de casi un
millón de dólares para las políticas de igualdad para enfrentar la violencia
intrafamiliar, desnutrición, embarazo adolescente, suicidio, abandono a los
ancianos… Casi el 56% del dinero destinado a las políticas de igualdad, según
datos de la Agenda Nacional para la Igualdad Intergeneracional con datos del
2016, fue para las políticas de género. Un 30% a los adultos mayores. 13,9%
para discapacidades. Y entre interculturalidad, movilidad humana, niñez y
adolescencia, y juventud no llega al 1%.
La
pregunta es: ¿en qué se invirtió el 56% de ese dinero? ¿Ayudar a todos los
grupos puede resultar más beneficioso ante los resultados que tenemos
actualmente? Las autoridades del área social deben responder.
Mientras
tanto el machismo está en el ambiente. Lo respiramos a diario. Lo respiro y
vivo a diario. Y, les prometo, intento sacarlo de mí todos los días. Por eso
estoy claro: es una tarea descomunal que un hombre se transforme en medio de
este ambiente. Un hombre requiere de capacitación, sensibilización, hacerle ver
crudamente lo que pierde y no llega a ver con sus actitudes… Necesita, eso sí,
menos señalamientos que caen en la ridiculización. La tarea es prevenir y
convivir mejor. ¿Cierto? ¿O a quién conviene que sólo exista la visión
punitiva?
Tengo
dos hijos, una es mujer. Con ella fuimos a la marcha. La vi levantar la bandera
negra. Y, mientras la observaba de lejos sin sentir que es mi enemiga porque
pelea por sus derechos como mujer, pienso que las leyes contra los hombres no
serán suficientes para detener el machismo. Requiere de un cambio cultural, con
políticas transversales. Intergeneracionales.
El
ejemplo claro de que no solamente se necesitan leyes que manden a la cárcel a
los agresores, sino un enfoque mucho más amplio, es el caso de la muerte de
Diana Carolina Ramírez Reyes. La mujer fue asesinada por su pareja sentimental
con dos puñaladas que comprometieron uno de sus pulmones y su corazón. La
Policía y decenas de ciudadanos vieron todo. Hasta lo grabaron. Nadie se
arriesgó por ella.
Este
crimen muestra tres problemas graves. Lastres sociales que van más allá de
combatir el machismo con leyes duras.
Uno,
este hecho nos enseña que el machismo que hace que hombres y mujeres vivamos
consecuencias nefastas. Y las leyes que se han creado no han evitado ni ese
asesinato, ni ningún otro de los 88 que van en este año. Endurecer las penas no
fue suficiente.
Dos,
las fronteras abiertas no es sinónimo de respeto a los DD.HH.. Es urgente un
mayor control ante la huida de los venezolanos, indudable. Pero también se
requiere de una postura de rechazo más firme ante el dictador Nicolás Maduro.
La idea no es controlar gente venezolana que huyen del populismo, la
corrupción, los criminales. Sino que los venezolanos puedan decidir y no estar
obligados a abandonar su tierra, porque allá no ejercen todas sus libertades.
Pero este gobierno no está ni en el Grupo de Lima ni cuestiona duramente a los
sátrapas de Nicaragua, Cuba, o Bolivia. Sus pares ideológicos. Solo actúa
cuando lo cuestionan duramente casa adentro. Es un gobierno ya que se siente
extremadamente débil.
Tres,
los uniformados no supieron cómo reaccionar ante el hombre con el cuchillo en
la mano. La Policía sufre las consecuencias de tener un grupo de resentidos
exguerrilleros y pillastres en el poder. Lo mismo pasa en la milicia. Los
desactivaron para poder hacer lo que les dio la gana. El cambio, en la Fuerza
Pública, empieza desde las decisiones políticas, las leyes, la preparación y el
trabajo educativo anticorrupción. Así, cuando vean a un armado que amenaza a un
ser humano, no les temblará la mano. Tratarán de controlarlo con la fuerza
física pero con absoluta técnica, con respeto a los DD.HH. y con el uso
progresivo de la fuerza. O apuntarán con sus armas de fuego y accionarán la
pistola si es estrictamente necesario. Eso piden todos. Y no importa si es
venezolano, gringo, español… Porque la mayoría de delincuentes en Ecuador, son,
estadísticamente, los propios ecuatorianos.
Detrás de ese crimen no sólo está el machismo. Ni se
pudo evitar con leyes duras. Así, ese mal social sigue triunfando… Ahora, las
mujeres decidieron salir a protestar. Es justo. Y busco colaborar en la pelea
que ellas han decidido ofrecer. Incluso mi hija.
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