Enormes figuras
oscuras sobresalen del agua, parecen fósiles de criaturas prehistóricas. Sin
embargo, a medida que la canoa se aproxima, se descubre que se trata de árboles
muertos a lo largo del río Bobonaza. Sus aguas oscuras se extienden, selva
adentro, como una gigantesca boa convirtiéndose en la ruta fluvial para llegar,
en canoa, a la comunidad Sarayaku, en la provincia de Pastaza.
A
lo largo de las orillas del río, las ramas de los yutzus, árboles de raíces
fuertes, se extienden hacia el agua como pescuezos de jirafas sedientas,
formando túneles por donde, muchas veces, navegan las canoas.
Después
de cinco horas de navegación desde Puerto Canelos, cerca del Puyo, se materializa
Sarayaku, una comunidad quichua que tiene unos mil docientos habitantes, donde
se celebra la fiesta Uyantza, un ritual sagrado que simboliza la vida y
reafirma la vigencia y soberanía de este pueblo originario.
Hasta
hace diez años la fiesta se realizaba cada año, a partir de ahí se efectuó cada
dos y en el futuro será cada tres años, por resolución de la asamblea de
Sarayaku, máxima autoridad de la comunidad, para la recuperación de la fauna.
Este
año la fiesta se celebra del 10 al 13 de febrero. Sin embargo, doce días antes,
los hombres salieron a cazar y pescar, mientras las mujeres se quedaron en la
comunidad elaborando cerámica y preparando chicha de yuca mascada.
Unos
40 hombres conocidos como lanceros permanecen alertas en sus canoas. Minutos
antes derramaron en el río un líquido blanco como la leche, proveniente de la
raíz machacada de un árbol denominado barbasco, planta que contiene jugos con
efectos narcóticos que afectan a los peces, pero no a los humanos, obligándolos
a nadar con dificultad y flotar en las turbias aguas del Bobonaza.
Es
ahí cuando los lanceros hacen su trabajo. Sus hábiles y fuertes brazos sujetan
lanzas de madera con un afilado grampón incrustado en la punta y atado con una
delgada cuerda enrollada.
Hasta
hace diez años la fiesta se realizaba cada año, a partir de ahí se efectuó cada
dos y en el futuro será cada tres años, por resolución de la asamblea de
Sarayaku, máxima autoridad de la comunidad, para la recuperación de la fauna.
Este
año la fiesta se celebra del 10 al 13 de febrero. Sin embargo, doce días antes,
los hombres salieron a cazar y pescar, mientras las mujeres se quedaron en la
comunidad elaborando cerámica y preparando chicha de yuca mascada.
Unos
40 hombres conocidos como lanceros permanecen alertas en sus canoas. Minutos
antes derramaron en el río un líquido blanco como la leche, proveniente de la
raíz machacada de un árbol denominado barbasco, planta que contiene jugos con
efectos narcóticos que afectan a los peces, pero no a los humanos, obligándolos
a nadar con dificultad y flotar en las turbias aguas del Bobonaza.
Es
ahí cuando los lanceros hacen su trabajo. Sus hábiles y fuertes brazos sujetan
lanzas de madera con un afilado grampón incrustado en la punta y atado con una
delgada cuerda enrollada. FUENTE: DIARIO EL UNIVERSO.
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